"...je cherche la région cruciale de l'âme où le Mal absolu s'oppose a la fraternité."
André Malraux
Con esta cita comienza el relato de Jorge Semprún titulado en francés "L'Écriture ou la Vie". De naturaleza fundamentalmente autobiográfica, en él se encuentran reflexiones filosóficas, literarias y políticas del autor español a partir de su experiencia en el campo de concentración de Buchenwald al que fue llevado por agentes nazis al ser desbaratada la red de la Resistencia a la que pertenecía en enero de 1944.
Jorge Semprún escritor, intelectual, político y guionista cinematográfico español recientemente fallecido el pasado 7 de junio a los 87 años ha sido señalado como una de las mentes más lúcidas de Europa del siglo pasado. Nacido el 10 de diciembre de 1923 en Madrid en el seno de una familia de la burguesía ilustrada española, su madre Susana Maura Gamazo provenía de una antigua familia de políticos conservadores y su padre José María Semprún y Gurrea un destacado jurista republicano gobernador civil y luego durante la Guerra Civil embajador de la República Española ante el Reino de los Países Bajos. Luego de la derrota de los republicanos, la familia se traslada a París, donde el padre sería varias veces ministro de los gobiernos españoles en el exilio.
El joven Semprún parece haber heredado las inquietudes intelectuales y políticas de su familia. Estudia en el prestigioso Lycée Henri IV, dónde participa en la primera manifestación anti-nazi el 11 de noviembre de 1940. Al graduarse obtiene el segundo lugar en el Concurs général de Filosofía y prosigue sus estudios en la Sorbonne. En esa época ya conoce a gran parte de la élite intelectual parisina. Sin embargo, pronto deberá tomar como varios de sus compañeros universitarios de izquierda la difícil decisión de pasar a la clandestinidad para unirse a los maquis. La indiferencia no es una opción en la Francia ocupada menos para los españoles rojos convertidos por Franco en apátridas. Semprún adhiere al comunismo y comienza a colaborar con las redes británicas de la Resistencia de Maurice Buckmaster, hasta su desbaratamiento y arresto por la Gestapo en 1943 para su posterior traslado al lager de Buchenwald, construido en 1937 sobre la colina de Ettersberg en las proximidades de Weimar por los prisioneros políticos del régimen hitleriano. Primeramente, comunistas y socialdemócratas. Ubicado en Turingia, el corazón de la Alemania clásica y en las cercanías de una de las hermosas ciudades de Goethe, el Reich construyó el campo de concentración más grande en territorio alemán.
En "La Escritura..." Semprún relata con detalles su llegada a Buchenwald ese 29 de enero de 1944, período en que el campo ya había pasado su peores momentos (1937-1942) y según los más antiguos prisioneros era ahora más bien un "sanatorio". Así Semprún al llegar se encuentra ante un viejo prisionero comunista alemán a cargo de la inscripción de los recién llegados provenientes ahora de toda Europa y Rusia ante el avance de las tropas aliadas. El anciano le asigna el número 44904 pero se niega a registrarlo como Philosophiestudent (Estudiante de Filosofía) a pesar del orgullo de veinteañero parisino mostrado por el recién llegado. Sólo al regresar al lugar por primera vez en 1992, Semprún se enteraría que el anciano comunista de mirada glacial, a pesar de todo, lo habría inscrito como Stukkateur (Estucador) oficio bastante más apreciado por el sistema represivo lo que probablemente le habría salvado la vida. Imposible olvidar esa "vivencia" palabra que existe en español y alemán pero no en la lengua original del relato, el francés. El autor reconoce que a pesar del esfuerzo por olvidar o más bien para sobrevivir al horror vivido, no deja de recordar el olor de la carne quemada. La chimenea del crematorio que domina aquel lugar le ha marcado de por vida. Ese encuentro tan cercano con la muerte que le impide hablar de ello sino hasta la publicación de Le grand voyage (El largo viaje) en 1963, habiendo sido ya excluido de las operaciones clandestinas por la dirección del PCE -realizadas bajo el nombre ficticio de Federico Sánchez- en territorio español. Y es que en esa época Semprún comienza a comprender las similitudes entre las políticas totalitarias de Moscú, heredadas del período estalinista, con las del nazismo reflejadas incluso en la lucha contra la dictadura franquista. En aquella época comienza el desengaño en la intelectualidad de izquierda. La imagen del supuesto paraíso en la tierra que representaba la Unión Soviética comienza a desmoronarse, mostrando poco a poco el horror de la represión en los socialismo reales. Buchenwald meses después de la liberación del campo por las tropas de Patton el 12 de abril de 1945 -de la cual sería testigo el propio Semprún- sería convertido meses después en un centro soviético de detención de prisioneros acusados de nazis, un Speziallager en el que morirían miles más.
Semprún se esfuerza por encontrar respuestas al Mal absoluto, al que se refería Malraux y sobre el que reflexionara mucho tiempo antes el mismo Kant "das radical Böse". Ese Mal que tan bien se materializa en la chimenea del crematorio que domina aquel lugar de pesadilla y en el olor de carne quemada que emanaba de ella. El mismo que se percibe en otros centro de prisión, tortura y muerte...Olor que perseguirá al autor y a tantos otros sobrevivientes. Semprún como el poeta Paul Celan busca respuestas. Y el ejercicio es todo menos fácil, probablemente ha sido la razón la que le ha salvado del suicidio a este comunista renegado que a pesar de todo no olvidó nunca sus preguntas y sus luchas. En el relato recuerda las ricas discusiones intelectuales que por la noche tenían lugar en la enfermería del campo aprovechando los grandes espíritus ahí reunidos. Tenían lugar a escondidas en el lugar más seguro, donde se encontraban los enfermos contagiosos que los guardias rehuían. Y sin embargo, tampoco olvida la dolorosa partida de hombres admirables como el profesor Maurice Halbwachs, Henri Maspero o el español Diego Morales trasladado de Auschwitz y sobreviviente de tantas desventuras para morir en sus brazos de disentería pocos días después de la liberación. Porque la liberación del yugo nazi no se tradujo en el término de la muerte en Buchenwald para los debilitados sobrevivientes trasladados de otros campos. Ante el horror el autor reflexiona sobre el valor de la vida a través de la palabra de escritores como Bertold Brecht, René Char, César Vallejo, Kafka y Aragon. Recurre también a filósofos como Wittgenstein y Primo Levi para ir más allá buscando respuestas. Profundas interrogantes que llevan al mutismo de un Heidegger cuestionado por su cercanía con el régimen nazi.
Termina el relato con el autor desempolvando una vez más sus recuerdos, regresando a esa vivencia mortal en aquella visita de 1992 a Buchenwald. Esta vez con sus nietos, de ascendencia judía, regresa al lugar convertido mucho tiempo antes en museo obviamente para la propaganda de la desaparecida RDA y ahora situado en la nueva Alemania reunificada. Olvidando por cierto a los miles de muertos en ese mismo lugar entre 1945 y 1950. Es precisamente a este país señala Semprún, azotado ayer por los más sangrientos totalitarismos del siglo -el nazismo y el bolchevismo- al que le corresponde liderar el proceso democratizador de la nueva Europa. Pero ello debe construirse sobre el valor universal que impulsó al veterano prisionero alemán ese 29 de enero de 1944 ya curtido por años de horror y deshumanización, a percibir en aquel joven recién llegado el reflejo del Otro. Reavivando en él la llama debilitada pero aun viva de la Fraternidad, última defensa ante el Mal absoluto.
"Il y a dans ce monde nouveau tant de gens
Pour qui plus jamais ne sera naturelle la douceur
Il y a dans ce monde ancien tant et tant de gens
Pour qui toute douceur est désormais étrange
Il y a dans ce monde ancien et nouveau tant de gens
Que leurs propres enfants ne pourront pas comprendre
Oh vous qui passez
Ne réveillez pas cette nuit les dormeurs"
Chanson pour oublier Dachau (Extracto)
LOUIS ARAGON