martes, abril 21, 2009

Examen de grado 3.0


Ayer reprobé el examen de licenciatura por tercera vez. Y, aunque no lo crean, por primera vez me sentía verdaderamente preparado. Las veces anteriores pese a haber estudiado como lo había hecho durante mis años de pregrado de poco sirvió el leer y releer durante meses la materia de aquellos 4 años de derecho civil y procesal.Tuve que modificar mi estructura mental. Utilizar otras habilidades nemotécnias. En fin, significó todo un esfuerzo para un espíritu humanista y disperso como el mío. No fue por entonces una tarea fácil para mi paciente y constante interrogador mi gran amigo Felipe. Quien me corregía y volvía a corregirme tal vez sin comprender cómo se me hacía tan difícil retener conceptos, clasificaciones, procedimientos y plazos. Si eventualmente puedo hablar con comodidad del panorama político italiano, alemán, francés o español. Fueron casi quince meses de arduo trabajo que siento no haber culminado con éxito. Pues hoy creo haber organizado mis conocimientos a tal punto que incluso me siento capaz de interrogar a mis compañeros y compañeras. A partir de esta circunstancia personal y la forma con que se desarrolló el examen en que fui reprobado junto a otros dos estudiantes -de quienes doy fe acerca de su alto grado de manejo de las materias- y la tortuosa aprobación del tercero, quisiera hacer una reflexión sobre la metodología de evaluación de nuestro examen de licenciatura y el grado de objetividad con que se miden los conocimientos en éste.
El examen ya con sus formalidades anteriores es cuestionable: pedir fecha con sólo un mes de anticipación, el sorteo ante ministro de fe, el eventual respeto del sorteo, los nombres de los profesores que pueden tomar este examen (por cierto no siempre los más destacados ni mejor evaluados)incluyendo los de cédula en que no siempre se respetan las peticiones de los alumnos, todos quienes por cierto pueden excusarse en el último minuto. Al contrario de los alumnos una vez realizado el sorteo. Además el ritual mismo del examen en una asfixiante Sala de Facultad o una sombría Aula Magna, con sus balotas, con la obligatoria presencia en la sala de todos los "postulantes". Con público entrando y saliendo constantemente de ellas durante el desarrollo del mismo. Y a todas estas circunstancias externas debemos agregar el desarrollo del examen mismo con una estructura indivisible en que la persona puede ser reprobada en cada una de las etapas del mismos (cédula, civil o procesal). En que los profesores no están sometidos a ninguna pauta de evaluación y basta que uno decida reprobarlo para que el resto decida no seguir interrogándolo como se hace por ejemplo en la PUC para adquirir una visión más integral acerca del nivel de conocimiento del egresado. Finalmente la evaluación muchas veces de forma impersonal a través de la simple pelotita y a veces previa deliberación semi-pública delante del estudiante quien impávido puede presenciar como entre tres o cuatro señores (aunque lo cierto es que en este examen no todas las opiniones no valen lo mismo) deciden acerca de sus cinco años de pregrado y otros tantos más de estudio, luego de escasos 20 o 30 minutos. Y a veces no contentos con esto lo hacen volver a sentarse para hacerle una última preguntita y así decidir su nota.
Me pregunto entonces cuánto tiempo más debemos tolerar este ejercicio muchas veces arbitrario y abusivo de poder en que el alumno pasa de ser sujeto de su formación a ser un mero objeto de examinación en un completo estado de indefensión y completamente vulnerable al (des)criterio de los evaluadores. Hasta cunado seguiremos tolerando este atentado a la dignidad y a la integridad física y psíquica de nuestros compañeros. Y me pregunto cuál es el objetivo -si existe alguno- de este sistema sino el dificultar al máximo la entrega de un grado académico que no pasa de ser una simple licenciatura. No sé si al mismo tiempo buscan que todos nos sometamos al régimen de los interrogadores particulares que lucran con él o que éste constituya una especie de filtro social que impida o dificulte al máximo la obtención del grado académico a aquellos que ya han iniciado su vida laboral o que han adquirido responsabilidades sociales o familiares. Todo esto obviamente totalmente contrario al espíritu de universidad pública, el espíritu republicano, que se supone debe imbuir en nuestra enseñanza y más aun en una facultad que dice promover el respeto de los derechos fudamentales y el estado de derecho. Por otra parte los estudiantes y egresados no podemos permanecer con los brazos cruzados esperando que las cosas cambien pues la historia nos ha enseñado que al menos en nuestro país y en nuestra universidad prevalecerá el statu quo, el peso de la noche que describiera Portales, mientras no se alteren las condiciones y los perjudicados de ayer y hoy, presentes y futuros, no se movilicen y la constante indolencia en este asunto de las autoridades académicas de nuestra facultad es una clara señal de ello.

MARCELO SALGADO NUÑEZ
Egresado de Derecho, U. de Chile
Ex Dirigente Estudiantil CED 2002-2003