sábado, enero 23, 2010
Los sueños de Barack Obama
Hace pocos días terminé de leer el primer libro de Barack Obama titulado "Los Sueños de mi padre: Una historia de raza y herencia" (2009, Random House Mondadori S.A., Santiago de Chile) publicado por primera vez en inglés en 1995 al terminar sus estudios de derecho en Harvard en que llegó a dirigir la prestigiosa Harvard Law Review lo que le atrajo cierta fama por haber sido el primer negro en hacerlo y reeditado el año 2004 en plena campaña por el escaño senatorial de Illinois. Asiento que alcanzaría con un 70% de los votos siendo el tercer negro en el Senado desde el período de la Reconstrucción. Un segundo libro publicado el año 2006 "La audacia de la esperanza: Reflexiones sobre cómo restaurar el sueño americano" que aun no he leído, tendría un carácter más bien de documento político para quién saltara a la fama gracias a una excepcional intervención en la Convención Demócrata del año 2004 reunida en Boston y que proclamaría a John Kerry como candidato a la presidencia.
En este relato eminentemente autobiográfico Obama nos conduce a través de la búsqueda personal de sus orígenes. Un viaje que podríamos catalogar de iter identitario y que lo conduce desde su natal Hawaii hasta las llanuras de Kenya pasando por Yakarta, Los Ángeles, Nueva York y Chicago. Aunque muchos señalen que Obama no es un afroamericano común el mismo reconoce en su libro que comparte el mismo destino de aquella minoría étnica, probablemente la más sufrida y marginada de la sociedad estadounidense. El actual presidente Obama (n.1961) es hijo de una estadounidense nacida en Kansas y avecindada con sus padres en Hawaii y un keniata, de la etnia luo, Barack Hussein Obama entonces estudiante de intercambio en la universidad estatal ya casado en su país con dos hijos. El matrimonio celebrado en 1961 duró hasta la separación producida por el retorno del padre a Kenya y el posterior divorcio en 1964. Obama volvería a ver a su padre sólo una vez en una visita de 1971. Es precisamente el padre del que sería el primer presidente negro de Estados Unidos el gran protagonista del libro.
Según nos señala el mismo autor el carácter autobiográfico del relato fue fortaleciéndose gradualmente, de alguna forma cobrando vida al intentar responder a través de la escritura a las preguntas que le habían atormentado desde la adolescencia. Obama pasó su niñez entre Hawaii y Yakarta, la capital indonesia, dónde Barack y su madre se mudaron luego de contraer segundas nupcias con Lolo Soetoro otro estudiante de intercambio. Sin embargo, cuando Barack cumplió diez años su madre decidió enviarlo de regreso a Hawaii a casa de sus abuelos. De regreso en Honolulu ingresó a la prestigiosa escuela preparatoria Punahou School. Su madre regresaría también entre los años 1972 y 1977 para continuar sus estudios para posteriormente radicarse como antropóloga en Indonesia. Al graduarse Obama se traslada a Los Ángeles para estudiar en el Occidental College en 1979, dos años más tarde parte a Columbia, en NY donde obtiene su B.A. en Ciencia Política con mención en Relaciones Internacionales. Después de graduarse trabaja en la empresa privada por un par de años y luego decide enrolarse como community organizer en el South Side de Chicago. El organizador comunitario tiene como misión ayudar a las comunidades menos favorecidas asociando a sus vecinos para que emprendan proyectos que mejoren su nivel de vida y ejerzan su influencia en la política local. Una labor escasamente remunerada a medio camino entre activista y asistente social. Trabaja en esos proyectos entre 1985 y 1988. A finales de este período y habiendo sido aceptado en la Harvard Law School realiza su primer viaje a Europa y luego a Kenya la patria de su padre quien había fallecido en 1982 en un accidente automovilístico. El viaje a esta nación africana le permitirá encontrar varias respuestas que destruirán en parte la imagen contruída a través de retazos de recuerdos de su niñez y los transmitidos por su madre y abuelos. La imagen más bien idealizada del ausente junto con el desafío que representó ser el único negro o al menos uno de los pocos en ambientes predominatemente blancos marcó al joven Obama. Son precisamente estos factores los que permiten que la rabia propia de tantos jóvenes afroamericanos se transforme en experimentación con drogas tal como lo reconoce el mismo Obama. Algo le faltaba y sin la continua preocupación de su madre es probable que se habría perdido.
A través de los estudios y su trabajo social en Chicago, Barack intenta encontrarse a si mismo. Sin embargo, sólo al visitar África es capaz de cerrar ese círculo. Barry debe salir al encuentro del padre ausente al que ya no volverá a ver. Reconstruye poco a poco, conversación tras conversación, la vida del padre de quien había heredado no sólo un nombre y un color, sino tantas características hasta entonces desconocidas. Debe ser capaz de salir al encuentro del padre fallecido y de aquella familia desconocida y, en esa aventura, construir su propia biografía. Sólo entonces se sentirá completo. Podrá entonces ser capaz de amar como se debe amar a los padres es decir considerando también sus defectos y debilidades.
"Ahora comprendía lo que yo era, que aquello que me importaba, no se reducía ya a una cuestión de intelecto o a un compromiso, tampoco a una serie de palabras. Vi que mi vida en Norteamérica -la vida de los negros, las de los blancos, la sensación de abandono que había sentido de joven, la frustración y la esperanza de la que había sido testigo en Chicago-, todo estaba conectado a este pequeño pedazo de tierra separado por un océano, conectado por algo más que por el simple accidente que suponía un nombre o el color de mi piel. El dolor que sentía era el mismo que sintió mi padre. Mis dudas eran las dudas de mi hermano. Y la lucha de todos, mi patrimonio."
martes, enero 12, 2010
La opción democrática
Este domingo los ciudadanos chilenos concurrirán a ejercer su derecho a voto en la segunda vuelta de la quinta elección presidencial desde el regreso a la democracia. Hace casi exactamente veinte años los chilenos votaban masivamente para elegir al democristiano Patricio Aylwin siguiendo el itinerario establecido en la Constitución de la dictadura a partir de la derrota de Pinochet en el plebiscito de 1988. Los electores optaron así por el candidato de la Concertación de Partidos por la Democracia una gran coalición de centro-izquierda que agrupaba entonces a 16 partidos representantes de la mayoría de las sensibilidades y movimientos que lucharon contra la dictadura. Tanto el triunfo de las fuerzas democráticas en el plebiscito de 1988 como en las elecciones presidenciales y parlamentarias de 1989 estuvieron cargadas de la mística surgida de la lucha contra una dictadura feroz que sumió en el terror durante casi 17 años a nuestro país. Comenzaba entonces el largo proceso de transición a la democracia.
Pocos en ese momento fueron capaces de prever en aquellos tiempos que de acuerdo a la nueva Constitución de 1980 el dictador permanecería como Comandante en Jefe del Ejército para luego hacerse designar como senador vitalicio en 1998. La figura de Augusto Pinochet permanecería en la palestra pública hasta su detención en Londres octubre de 1998. Si bien muchos esperaban una evolución de la derecha política a través del partido que aparecía como menos ligado al régimen militar, Renovación Nacional, rápidamente fue posible percibir que al interior de éste existían lealtades con la dictadura que impidieron avanzar rápidamente hacia una democracia verdaderamente representativa. Así fracasaron una y otra vez las reformas constitucionales aprobadas recién el año 2005 durante el gobierno de Ricardo Lagos. Sin embargo, el gran candado del modelo político-económico que constituye el sistema electoral binominal permanecerá hasta hoy tal como se formuló en dictadura ante la oposición sistemática de los partidos conservadores.
Mucho tiempo ha transcurrido y ese sentimiento de gesta heroica que tiñera esos primeros ejercicios de soberanía popular pareciera ausente. Sin embargo, las elecciones de este domingo son tan importantes como aquellas que recordamos con nostalgia.
Efectivamente una vez más los chilenos nos encontramos ante dos opciones claramente distinguibles. Por un lado la candidatura de la derecha, representada por un empresario multi-millonario Sebastián Piñera, militante histórico de Renovación Nacional. Aquel partido que en su momento encarnó los deseos de una derecha no pinochetista, liberal y democrática y que ha decepcionado una y otra vez a los demócratas. Sebastián Piñera como tantos otros aprovechó el ambiente de desregulación y privatizaciones irregulares de la dictadura. Al regreso de la democracia fue senador por Santiago Poniente representando a ese partido entre 1990 y 1998. Durante su mandato presentó 45 mociones resultando 1 aprobada, 1 encontrada inadmisible, 35 archivadas, 7 rechazadas y una retirada, siendo esta última un proyecto de ley para extender hasta el último día del gobierno de Augusto Pinochet (11 de marzo de 1990) la amnistía concedida a los autores de violaciones a los Derechos Humanos y otros delitos políticos (Boletín 1622-07, Sistema de Tramitación de Proyectos del Congreso Nacional de Chile, 6 de junio de 1995). Sin embargo, Piñera se presenta como el candidato de una "nueva" derecha liberal, respetuosa de los derechos humanos, inclusiva e incluso progresista. Pese a que el partido mayoritario de la derecha en el Parlamento a partir de marzo (45 diputados) será la UDI el partido conservador y católico, heredero del gremialismo y surgido al alero de la dictadura. Pero en la guerra y la política, todo vale. Así el candidato de la Coalición por el Cambio se presenta como partidario de la píldora del día después, de los pactos civiles entre homosexuales, de las políticas de protección social de la Presidenta Bachelet, etc, etc. En definitiva un discurso en abierta contradicción con el desempeño de los partidos de derecha en el Congreso y en directa colisión con el discurso de la UDI. Esto se debe a que Piñera y sus asesores entienden que la mayoría de los chilenos no se inclinan por la derecha. Al contrario, según el Latinobarómetro el electorado chileno ha evolucionado sistemáticamente desde mediados de los 90's hacia la izquierda.
¿Porqué entonces y a pesar de la popularidad récord de la Presidenta Bachelet nos enfrentamos a una de las elecciones más reñidas de los últimos tiempos?
Son varios los factores que influyen, primero un natural desgaste en una coalición que lleva veinte años en el poder. Vicios y errores derivados de estas circunstancias. Partidos políticos que adolecen de importantes déficits en materia de democracia interna, participación, transparencia, etc. Cansancio de la ciudadanía ante los mismos rostros de esa generación que comenzó su carrera política previa al golpe de estado de 1973 y que asumió la cuasi totalidad de la responsabilidad al término de la dictadura.
Junto a ello el contraste entre una Presidenta con un perfil poco tradicional: mujer, socialista, agnóstica y divorciada. Un liderazgo excepcional reconocido por su carisma e inteligencia emocional. Frente a él Eduardo Frei un candidato poco carismático, que ya desempeñó el cargo en un período económicamente difícil -crisis asiática- que implementó políticas liberales con un sesgo tecnocrático y que puso poco énfasis en los avances político-culturales e institucionales. Sin embargo, se le reconoce como un hombre honesto y esforzado -que luchó contra todos los factores por alcanzar la representación de la centroizquierda cuando otros que parecían con mayores posibilidades se retiraron aun antes de la primera batalla electoral- y cuyo gobierno más allá de las críticas mencionadas tuvo un sesgo modernizador. Mencionaré sólo algunos aspectos relevantes: Primero, la reforma procesal penal que constituyó una revolución en materia de justicia criminal en nuestro país. Pasando de un sistema inquisitivo y secreto a un sistema oral y público con un claro sesgo garantista (más allá de las últimas reformas auspiciadas por la derecha); la Ley de Filiación que otorgó los mismos derechos a todos los hijos e hijas sin importar si nacieron fuera o dentro del matrimonio; la Jornada escolar Completa; el ingreso de Chile a la APEC y la firma de TLC's con las principales economías del mundo y los acuerdos limítrofes con Argentina y Perú que zanjaron las últimas controversias pendientes desde la dictadura.
Sin embargo, creo que no puede entenderse claramente la etapa del proceso político en el que nos encontramos sin atender a la evolución posterior en materia político-cultural ocurrida a partir del gobierno de Ricardo Lagos y en particular en el gobierno de la Presidenta Bachelet y su red de protección social. Precisamente, son cada vez más los chilenos y chilenas que demandan un mayor esfuerzo por parte del Estado y de la sociedad en su conjunto para avanzar hacia un país con menores grados de desigualdad, con más acceso a la justicia, con educación pública de calidad, con una economía respetuosa del medioambiente, con una legislación laboral más protectora del trabajador y que quisieran un nuevo marco político, es decir una nueva Carta Fundamental, democrática y neutral que permita encausar institucionalmente -con pleno respeto a los derechos de todos- estas demandas. Este domingo más allá de los discursos sólo hay una candidatura que encarna estas aspiraciones legítimas que no se remontan ni siquiera a los últimos veinte años en que dejamos atrás la larga noche la dictadura, sino que se encaminan en el esfuerzo convergente de varias generaciones que en su momento lucharon por construir un país más justo para todos sus hijos e hijas.
Pocos en ese momento fueron capaces de prever en aquellos tiempos que de acuerdo a la nueva Constitución de 1980 el dictador permanecería como Comandante en Jefe del Ejército para luego hacerse designar como senador vitalicio en 1998. La figura de Augusto Pinochet permanecería en la palestra pública hasta su detención en Londres octubre de 1998. Si bien muchos esperaban una evolución de la derecha política a través del partido que aparecía como menos ligado al régimen militar, Renovación Nacional, rápidamente fue posible percibir que al interior de éste existían lealtades con la dictadura que impidieron avanzar rápidamente hacia una democracia verdaderamente representativa. Así fracasaron una y otra vez las reformas constitucionales aprobadas recién el año 2005 durante el gobierno de Ricardo Lagos. Sin embargo, el gran candado del modelo político-económico que constituye el sistema electoral binominal permanecerá hasta hoy tal como se formuló en dictadura ante la oposición sistemática de los partidos conservadores.
Mucho tiempo ha transcurrido y ese sentimiento de gesta heroica que tiñera esos primeros ejercicios de soberanía popular pareciera ausente. Sin embargo, las elecciones de este domingo son tan importantes como aquellas que recordamos con nostalgia.
Efectivamente una vez más los chilenos nos encontramos ante dos opciones claramente distinguibles. Por un lado la candidatura de la derecha, representada por un empresario multi-millonario Sebastián Piñera, militante histórico de Renovación Nacional. Aquel partido que en su momento encarnó los deseos de una derecha no pinochetista, liberal y democrática y que ha decepcionado una y otra vez a los demócratas. Sebastián Piñera como tantos otros aprovechó el ambiente de desregulación y privatizaciones irregulares de la dictadura. Al regreso de la democracia fue senador por Santiago Poniente representando a ese partido entre 1990 y 1998. Durante su mandato presentó 45 mociones resultando 1 aprobada, 1 encontrada inadmisible, 35 archivadas, 7 rechazadas y una retirada, siendo esta última un proyecto de ley para extender hasta el último día del gobierno de Augusto Pinochet (11 de marzo de 1990) la amnistía concedida a los autores de violaciones a los Derechos Humanos y otros delitos políticos (Boletín 1622-07, Sistema de Tramitación de Proyectos del Congreso Nacional de Chile, 6 de junio de 1995). Sin embargo, Piñera se presenta como el candidato de una "nueva" derecha liberal, respetuosa de los derechos humanos, inclusiva e incluso progresista. Pese a que el partido mayoritario de la derecha en el Parlamento a partir de marzo (45 diputados) será la UDI el partido conservador y católico, heredero del gremialismo y surgido al alero de la dictadura. Pero en la guerra y la política, todo vale. Así el candidato de la Coalición por el Cambio se presenta como partidario de la píldora del día después, de los pactos civiles entre homosexuales, de las políticas de protección social de la Presidenta Bachelet, etc, etc. En definitiva un discurso en abierta contradicción con el desempeño de los partidos de derecha en el Congreso y en directa colisión con el discurso de la UDI. Esto se debe a que Piñera y sus asesores entienden que la mayoría de los chilenos no se inclinan por la derecha. Al contrario, según el Latinobarómetro el electorado chileno ha evolucionado sistemáticamente desde mediados de los 90's hacia la izquierda.
¿Porqué entonces y a pesar de la popularidad récord de la Presidenta Bachelet nos enfrentamos a una de las elecciones más reñidas de los últimos tiempos?
Son varios los factores que influyen, primero un natural desgaste en una coalición que lleva veinte años en el poder. Vicios y errores derivados de estas circunstancias. Partidos políticos que adolecen de importantes déficits en materia de democracia interna, participación, transparencia, etc. Cansancio de la ciudadanía ante los mismos rostros de esa generación que comenzó su carrera política previa al golpe de estado de 1973 y que asumió la cuasi totalidad de la responsabilidad al término de la dictadura.
Junto a ello el contraste entre una Presidenta con un perfil poco tradicional: mujer, socialista, agnóstica y divorciada. Un liderazgo excepcional reconocido por su carisma e inteligencia emocional. Frente a él Eduardo Frei un candidato poco carismático, que ya desempeñó el cargo en un período económicamente difícil -crisis asiática- que implementó políticas liberales con un sesgo tecnocrático y que puso poco énfasis en los avances político-culturales e institucionales. Sin embargo, se le reconoce como un hombre honesto y esforzado -que luchó contra todos los factores por alcanzar la representación de la centroizquierda cuando otros que parecían con mayores posibilidades se retiraron aun antes de la primera batalla electoral- y cuyo gobierno más allá de las críticas mencionadas tuvo un sesgo modernizador. Mencionaré sólo algunos aspectos relevantes: Primero, la reforma procesal penal que constituyó una revolución en materia de justicia criminal en nuestro país. Pasando de un sistema inquisitivo y secreto a un sistema oral y público con un claro sesgo garantista (más allá de las últimas reformas auspiciadas por la derecha); la Ley de Filiación que otorgó los mismos derechos a todos los hijos e hijas sin importar si nacieron fuera o dentro del matrimonio; la Jornada escolar Completa; el ingreso de Chile a la APEC y la firma de TLC's con las principales economías del mundo y los acuerdos limítrofes con Argentina y Perú que zanjaron las últimas controversias pendientes desde la dictadura.
Sin embargo, creo que no puede entenderse claramente la etapa del proceso político en el que nos encontramos sin atender a la evolución posterior en materia político-cultural ocurrida a partir del gobierno de Ricardo Lagos y en particular en el gobierno de la Presidenta Bachelet y su red de protección social. Precisamente, son cada vez más los chilenos y chilenas que demandan un mayor esfuerzo por parte del Estado y de la sociedad en su conjunto para avanzar hacia un país con menores grados de desigualdad, con más acceso a la justicia, con educación pública de calidad, con una economía respetuosa del medioambiente, con una legislación laboral más protectora del trabajador y que quisieran un nuevo marco político, es decir una nueva Carta Fundamental, democrática y neutral que permita encausar institucionalmente -con pleno respeto a los derechos de todos- estas demandas. Este domingo más allá de los discursos sólo hay una candidatura que encarna estas aspiraciones legítimas que no se remontan ni siquiera a los últimos veinte años en que dejamos atrás la larga noche la dictadura, sino que se encaminan en el esfuerzo convergente de varias generaciones que en su momento lucharon por construir un país más justo para todos sus hijos e hijas.
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