lunes, febrero 19, 2007

Lección en la Humboldt (artículo La Vanguardia.es)

Interesante artículo sobre el debate historiográfico alemán publicado en el prestigioso periódico catalán.

Lección en la Humboldt (I)

Diario de Berlín


Marc Bassets
Corresponsal en Alemania

19/02/2007 - 10.23 horas
Que un ex presidente de la República, un obispo, varios políticos de izquierda y derecha, el embajador de Israel, un ex alcalde y un jurista que además escribe novelas policiacas asistan a la ceremonia de jubilación de un catedrático de historia es poco habitual.

Puede significar dos cosas. O bien el catedrático forma parte del establishment. O bien su obra posee la rara cualidad de concitar una amplia admiración, más allá de las divisiones ideológicas.

Heinrich August Winkler se jubila. Winkler, nacido en 1938 en Königsberg, la actual Kaliningrado rusa, dictó el miércoles 14 de febrero su última lección. El Aula Magna de la Universidad Humboldt de Berlín, donde ha enseñado en los últffimos 16 años, se llenó para escuchar al profesor. El acto convocó incluso a las cámaras de la televisión.

No es extraño. Winkler es el historiador contemporáneo más influyente en Alemania. Su obra Der lange Weg nach Westen o El largo camino hacia occidente es un libro muy recomendable para entender por qué Alemania es como es y cómo ha llegado adonde ha llegado.

El libro, publicado en el año 2000, es una historia de la Alemania moderna, entre finales del siglo XVIII y 1990.

Puede leerse como una documentada y amena historia alemana. Pero va más allá. Es una historia interpretativa, una teoría de Alemania. Winkler subraya un doble retraso en la historia de este país:

a. Alemania no se convirtió en un estado-nación unido hasta 1871, mucha más tarde que Francia o Gran Bretaña. Lo primera experiencia de unidad nacional desembocó en la Primera Guerra Mundial, en la derrota y en la humillación del tratado de Versalles. Al final de la Segunda Guerra Mundial, Alemania volvió a quedar dividida.

b. Alemania también llegó tarde a la democracia en comparación con los grandes estados europeos o Estados Unidos. Hasta los años veinte, tras la derrota en la Primera Guerra Mundial, Alemania no tuvo una democracia parlamentaria. Fue un fracaso que desembocó en el nazismo. Los alemanes del oeste recuperaron la democracia en 1949. Los del este tardarían cuarenta años más.

La caída del Muro, en 1989, y la reunificación en 1990 resolvieron de golpe la cuestión nacional –Alemania quedó unida y los conflictos territoriales con sus vecinos cerrados– y la cuestión de la democracia. Éste es el proceso –el "largo camino"– que Winkler narra en El largo camino hacia occidente.

Nada más publicarse, el libro se convirtió en un referente. Dicen que políticos como el entonces canciller Gerhard Schröder y su ministro de Exteriores, Joschka Fischer, lo tenían en su mesilla de noche. El catedrático de historia de la Humboldt recibió el título oficioso de "historiador de la República de Berlín".

La República de Berlín es una de las denominaciones que recibe la Alemania reunificada con capital en Berlín. Si el hecho de tener la capital en una pequeña ciudad de provincias junto al Rin marcó el carácter de la República de Bonn, el traslado de la sede del Gobierno y el Parlamento a la vieja capital de Reich es el emblema de la transformación que ha vivido este país en los últimos años.

Alemania se ha convertido en un país normal. Winkler diría "occidental". Las anormalidades del pasado –la atomización en decenas de estados hasta bien entrado el siglo XIX, la ambición de una Gran Alemania, la nostalgia del Imperio, el antioccidentalismo de las elites y la alergia a la democracia, las pérdidas de territorio, la ocupación extranjera y las división– son historia. Ahora es difícil encontrar un país más "occidental": más democrático, más cómodo con sus fronteras, más dispuesto a encarar su propio pasado, más ajeno al chovinismo y al belicismo, más ducho en la cultura del debate y del consenso.

Heinrich August Winkler –militante del partido socialdemócrata– tituló su lección de despedida "¿Qué significa la comunidad de valores occidental?"

"Voy a exponer tres tesis –empezó–. La primera es que no hay valores europeos, sino occidentales. La segunda es que el proceso de occidentalización es largo, y se hace a ritmos diferentes. Y la tercera que la cultura política del occidente es una cultura de debate".

"Europa no es occidente, occidente va más allá de Europa. Y Europa va más allá de occidente", afirmó a continuación.

Winkler dedicó buena parte de su lección en describir los orígenes comunes de la idea de occidente, desde el Nuevo Testamento hasta la separación de Iglesia y Estado y la división de poderes de Montesquieu, pasando por la declaración de Independencia de Estados Unidos.

El pluralismo, característico del occidente de Winkler, contempla una cultura de debate arraigada. En Alemania es bien visible. Cultura de debate significa también saber abordar si miedo ni tabúes el pasado, los crímenes del pasado.

Winkler señaló, citando al historiador alemán Ernst Fraenkel, que el pluralismo implica asimismo "que exista un ámbito donde no haya controversia, un código de valores compartido por todos, y otro en el que siempre se debata".

"Hay que defender los valores de Occidente contra los ataques –dijo en otro momento el catedrático–. Pero una política que pretenda extender estos valores con violencia está condenada al fracaso. Los neocons y Bush que se equivocaron cuando al invadir Iraq dijeron que Alemania era una ejemplo de que la democracia se podía llevar a un país mediante la guerra. En Iraq no existían las condiciones para una democracia. En Alemania, después de la Segunda Guerra Mundial, existían, y eso lo hizo más fácil".

Al terminar la lección, subieron al estrado cuatro invitados.

Richard von Weizsäcker, ex presidente alemán y democristiano, le dijo a Winkler: "Cuando yo era joven, cuando estudiaba en la universidad, al acabar la Segunda Guerra Mundial, me habría gustado tanto escuchar una lección como la que acabo de escuchar".

Wolfgang Huber, obispo protestante y presidente de la Iglesia Evangélica en Alemania, recomendó "serenidad en el diálogo con el islam" y recordó el proceso de aprendizaje democrático del cristianismo fue largo.

Bernhard Schlink, catedrático de derecho en la Humboldt, ex juez del Tribunal Constitucional de Renania del Norte-Westfalia y novelista de éxito, matizó a Winkler y apuntó las diferencias entre los valores de Estados Unidos y de Europa. En Estados Unidos –dijo Schlink– la Constitución es previa al estado; en Europa el estado es anterior a las constituciones.

Karsten Voigt, el simpático y experimentado encargado de las relaciones con Estados Unidos en el ministerio de Exteriores, abundó en esta crítica. "No digo que no exista una comunidad de valores transatlánticos –dijo–, sino que hay una distinta jerarquización". Voigt se refirió, a modo de ejemplo, al maniqueísmo ("no tiene nada que ver con Bush ni con las situación posterior al 11 de septiembre") y al optimismo característico de Estados Unidos.

En opinión de este alto funcionario, no sólo existe una comunidad de valores, sino también una comunidad de intereses transtatlántica. Éstos –los valores y los intereses– "no puede darse por hecho que se mantengan y la acción política debe cultivarlos".

En realidad, la lección magistral de Winkler y el debate posterior incidieron en algunos de los debates que ocupan ahora a la Unión Europea, como la ampliación (¿hasta dónde ampliar la UE? Winkler se opone a la entrada Turquía) o las relaciones con Estados Unidos, mermadas en los últimos años.

"La aspiración a los derechos humanos –resumió Heinrich August Winkler– es universal. Pero como no pueden imponerse al resto del mundo, lo único que Occidente puede hacer es estar a la altura de sus propios valores". No siempre ha sido así

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