miércoles, enero 23, 2008

PALABRAS DE CLARISA HARDY

PALABRAS DE CLARISA HARDY
EN CENA DE HOMENAJE




Lunes 21 de enero, 2008.



Quiero comenzar por lo más importante. Agradeciendo a quienes me han acompañado en estos momentos. No sólo a los que con tanto cariño celebraron mi nombramiento como ministra, dos años atrás, sino a los que lo hacen cuando he dejado de serlo. Y no porque eso sea dramático, sino porque es el mayor gesto de generosidad que una puede pedir. Las expresiones de afecto y de apoyo, los elogios por la tarea realizada y el reconocimiento a los esfuerzos, cuando se está afuera del poder y no en él son, sin duda, un acto de gratuidad. Y cómo no valorar estos gestos de gratuidad, cuando ella es tan escasa en el diario convivir, especialmente, de la política.



Les he dicho a tantos que me han enviado sus mensajes escritos y por correo electrónico, que me han llamado por teléfono e ido a ver, que restemos dramatismo a mi remoción como ministra de Mideplan. Cuando la protección social es el sello de este gobierno y cuando la construcción de un Sistema de Protección fundando en derechos marca la tónica de las políticas públicas, la permanencia o remoción de ministros sociales no es dramática. Sin duda, lo es en un sentido personal, sobre todo porque queda la frustración de la tarea inconclusa. Pero en mi caso, queda la inmensa satisfacción y orgullo de que la prioridad por la que peleé desde que me dedico a las políticas sociales, desde mis escritos y consultorías, así como desde las propuestas programáticas que elaboré y coordiné en Chile 21, cuando fui su directora ejecutiva, se han plasmado en este gobierno como su sello y será su legado. Es más, pude no haber sido ministra de Mideplan y sentiría el mismo orgullo y satisfacción de hoy, porque para eso vale la pena haber dedicado tantos empeños que, gracias a este gobierno, se convierten en realidad.



Y si una, desde donde esté, ha colaborado a que eso ocurra, trasformando las vidas cotidianas de las personas, entonces la tarea está cumplida.



Sin que lo entiendan como un acto de vanidad, quiero decirles que esta noche soy la misma de ayer y de antes de ayer, con mis mismas capacidades y méritos Ser ministra no es una condición, es sólo una circunstancia. Hay quienes pueden pasar por las circunstancias como una pega más o marcando huellas. Pero hay muchos y muchas más que dejan huellas sin pasar por la circunstancia de ser ministra. En fin, ser ministra es una oportunidad y ustedes bien saben, las oportunidades se pueden aprovechar o desaprovechar y eso no depende del cargo, depende de las personas que lo asumen, por sobre su circunstancial situación ministerial.



Cuando fui directora de Chile 21 recibimos en la institución a varios que habían dejado de ser ministro u otro alto cargo. Siempre me sorprendió su enojo, su rabia, el rencor que guardaban y el tiempo y energía que desperdiciaban en expresarla. Lo voy a repetir, diciendo al igual que entonces: ser ministra o ministro no se gana en un concurso público y no es por méritos, aún si los méritos sin duda hacen la diferencia. De modo que, por las mismas circunstancias azarosas por las que se puede ser ministro, indudablemente se deja de serlo. Y quien se mete en política y no sabe jugar con sus reglas, más vale que se salga y dedique a otra cosa.



Del gobierno se han dicho muchas, demasiadas cosas negativas desde su instalación. Dejé de ir a comidas de amistades cuando ministra, porque era casi un deporte nacional hablar mal del gobierno. En más de una ocasión en que reaccioné me dijeron algo tan absurdo como, “pucha, que estás oficialista”. Pero cuando detallaba y describía en lo que estábamos, entonces la reacción era todavía más insólita, “si lo hubiera sabido”, “vaya, hartas cosas se están haciendo”, “no te puedo creer, pero que bueno” y siempre terminaban diciendo, “pero tienen que informar más de todo esto”.



Estamos hablando de nuestras elites intelectuales, políticas y sociales. No se vale declarar que no se está informado y que la culpa la tienen los medios de comunicación. Se ha perdido la capacidad de indagar, de conocer, de informarse. Se pide, pero no se ejerce activamente el derecho a la información. Es más cómodo alimentarse del rumor y de los titulares de los medios que en la indagación propia. Curioso, en la era del Internet, en que toda la información está disponible, campea la desinformació n. Insisto, hablo de nuestras elites políticas, intelectuales y sociales que, además, generan climas de opinión.



Sin duda, tenemos que preocuparnos de cómo informar a la ciudadanía a la que todas las reformas sociales en curso pueden cambiarle la vida. Ese es un deber de nuestra parte, como su derecho es conocer la oferta pública.



Para facilitarles la tarea a los que están presentes Al término de este gobierno, sus reformas sociales habrán de representar un 3% del Producto Interno Bruto: me refiero a la reforma previsional, a la reforma educacional, a la reforma de la infancia cuando ésta se complete y a las mejoras en los subsidios monetarios que son transferencias directas a los sectores vulnerables. Un salto del 3% del PIB, el más grande de todos los gobiernos de la Concertación. Y, me atrevo a decir, de América Latina.



No faltará alguien como Luis, un joven estudiante universitario que trabaja en el Jumbo de La Reina y que, al reconocerme, empezó a hacerme preguntas y comentarios, “ah no, me dijo cuando le mostré que la tasa de pobreza en Chile es la más baja de América Latina y la que más velozmente se redujo en la región, ah no, repitió, ¿qué gracia compararnos con América Latina”?



Y Luis, este joven chileno que, como me contó, será el primer universitario de su familia, en algo tiene razón cuando me exige que nos comparemos con los países desarrollados, a pesar de que habitamos esta región. Porque, con un tercio del ingreso per cápita de esos países, resulta que integramos las naciones de mayor desarrollo humano del mundo. Y eso se lo arrancamos a la fuerza a a la derecha, la misma que sin ninguna vergüenza nos saca todos los días al pizarrón.



Intuyo lo que algunos están pensando. La Clarisa se nos puso complaciente. Y mi respuesta es que soy exigente de lo que debemos cambiar, precisamente porque estamos en una posición privilegiada para hacerlo. Y esa posición privilegiada tiene menos que ver con el precio del cobre y las arcas fiscales y mucho más con la nueva sociedad y ciudadanía que hemos construido. Ojalá toda la Concertación sintiera el orgullo de la obra hecha, porque si no lo creemos nosotros, ¿por qué habría de creerlo el ciudadano cuando deba hacer sus opciones electorales?



Como lo dije repetidamente mientras fui ministra, se puede mejorar el índice de Gini con mayores transferencias monetarias y, por cierto, empeorar, tan pronto estas se retiran o disminuyen. Pero el índice de Gini en 20 años más, cuando sean adultos los niños que nacieron en este gobierno, será realmente otro. Apuesto a que estará ese Gini más cerca de los europeos, como me exige Luis. Porque estamos sembrando en este gobierno las bases de la equidad que le falta a la sociedad chilena, de manera estructural y no circunstancial.



Pero aclaro, este no es un gobierno fundacional. Avanzamos ahora por las condiciones que dejaron quienes nos antecedieron, especialmente, el gobierno del presidente Lagos. El gran cambio cultural se empezó a gestar entonces y quien no entienda eso y de manera simplista juzgue a ese gobierno por algunas políticas públicas mal hechas y por algunos actos de corrupción –todos ellos por lo demás denunciados e investigados- puede ponerse en la vereda del frente, con la ingenuidad o la mala intención política de actuar como si diera lo mismo ser de la Alianza que de la Concertación.



De modo que lo voy a decir con todas sus letras: el problema es de la política, no del gobierno. Lo dijo Carlos Peña en una columna del Mercurio y, sin ánimo de competir, se lo escribí por correo electrónico a Fernando Paulsen, días antes de tal columna.



Durante estos dos años lamenté, como ministra, la total ausencia de instituciones no gubernamentales haciendo de contrapartes en el debate público. Nuestros think tank progresistas mudos y desparecidos. Y, en las pocas ocasiones que han levantado la voz, ha sido más bien para sumarse al coro de lo que falta que para apoyar en la dirección de los cambios programáticos propuestos por el gobierno.



Cuando en un país como el nuestro, como ha acontecido en este breve período del retorno democrático, la derecha termina por asimilar parte de nuestro discurso, no es como muchos diagnostican una abdicación de los progresistas, sino un triunfo del que deberíamos hacernos cargo, porque hemos logrado correr el cerco valórico y cultural de la derecha. Ese es un triunfo político y, lamentablemente, es vivido por la Concertación como una debilidad.



La equidad como tema de agenda pública no es nueva para la izquierda, ni el progresismo. Pero por fin lo es para toda la sociedad y dejó de ser un debate vetado y tabú. No imagino, sin la Concertación gobernando, que esto hubiera sucedido. Como tampoco imagino sin la Concertación gobernando que la LOCE pudiera ser eliminada. No imagino, sin la Concertación gobernando, que la reforma emblemática de Pinochet quedara atrás y tuviéramos en tiempo record aprobada una reforma previsional, con un sólido pilar solidario. No imagino, sin la Concertación gobernando, legislaciones para dar igual trato y reconocimiento a los hijos nacidos dentro y fuera del matrimonio, ni la penalización de la violencia intrafamiliar, ni los proyecto de ley antidiscriminació n, por la igualdad de derechos de las personas con discapacidad, ni la insistencia por el reconocimiento constitucional de los pueblos indígenas y la ratificación del Convenio 169 de la OIT.



No imagino, sin la Concertación gobernando, la reducción, no sólo estadística de la pobreza, sino de la segregación y de las desigualdades en los accesos, universalizando los derechos de la educación y la salud. Ciertamente, no imagino sin la Concertación en el gobierno, la vigencia de un Sistema de Protección Social fundado en derechos.



Pero no voy a ahondar más. Tenemos ejemplos de sobra para luchar por un renacimiento del sentido de proyecto compartido, de pertenencia e identidad de las fuerza progresistas que se han concertado estos años.



Para terminar, quiero contarles algo que le dije a la presidenta al despedirme y que lo asumo como compromiso frente a todos ustedes.



“Cuando a Francisco Vidal lo nombraron ministro, me acerqué y le dije que lo lamentaba, Se quedó sorprendido y entonces le expliqué: es una lástima, Pancho, porque eras el único oficialista fuera del gobierno. Bueno, presidenta, ahora lo seré yo.”



Amigas y amigos, puede ser cierto algo que se escucha dentro y fuera de la Concertación, y es que tal vez la Concertación no merezca un quinto gobierno. Pero debo decirles que la ciudadanía de Chile no tiene por qué pagar el precio de los errores políticos nuestros.



Nuestra sociedad se merece un progresismo que defienda sus derechos y proyecte su futuro, por eso me comprometo a ser oficialista, a reivindicar la maciza obra de estos 20 años y a colaborar en la reflexión de los temas del futuro, como lo he hecho a lo largo de mi vida política y profesional. Y los invito a sumarse a esa tarea. No por los que estamos reunidos esta noche, después de todo, nosotros somos los insertos e integrados, los que hemos tenido nuestra oportunidad. No para nosotros, sino para todos aquellos que aún carecen de oportunidades, para los que no logran vencer las barreras de la discriminació n, para la mayoría de este país que fielmente nos ha dado su confianza y que todavía cree que sólo esta coalición contiene la humanidad para ocuparse de ella.



Muchas gracias.

1 comentario:

fernando dijo...

Super bueno, me sorprendio y encanto. Aunque se equivoca en algo; no es la unica oficialista fuera del gobierno! Somos mas de lo que se cree; pocos, pero locos ;)
Muchos saludos Marcelo