lunes, junio 27, 2011
Otra voz canta - Circe Maia * Daniel Viglietti
Otra voz canta
Homenaje a los Desaparecidos
Por detrás de mi voz
– escucha, escucha –
otra voz canta.
Viene de atrás, de lejos;
viene de sepultadas
bocas, y canta.
Dicen que no están muertos
– escúchalos, escucha –
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.
Escucha, escucha;
otra voz canta.
Dicen que ahora viven
en tu mirada.
Sostenlos con tus ojos,
con tus palabras;
sostenlos con tu vida
que no se pierdan,
que no se caigan.
Escucha, escucha;
otra voz canta.
No son sólo memoria,
son vida abierta,
continua y ancha;
son camino que empieza.
Cantan conmigo,
conmigo cantan.
Dicen que no están muertos;
escúchalos, escucha,
mientras se alza la voz
que los recuerda y canta.
Cantan conmigo,
conmigo cantan.
No son sólo memoria,
son vida abierta,
son camino que empieza
y que nos llama.
Cantan conmigo,
conmigo cantan
El poeta Mario Benedetti y Daniel Viglietti interpretan "Otra voz canta"
miércoles, junio 22, 2011
La educación chilena en crisis
Los estudiantes chilenos parecen estar despertando por estos días del letargo en que se encontraban luego de 20 años de gobiernos de la Concertación de Partidos por la Democracia (coalición política de centro-izquierda) en el poder desde el regreso a la democracia en 1990 hasta el pasado 13 de marzo del 2010 en que asumió Sebastián Piñera Echeñique el primer presidente electo de derecha desde 1958. Son cientos de miles de estudiantes secundarios, universitarios, funcionarios y algunos sindicatos, los que han salido a las calles para exigir una reforma a un sistema educacional chileno que refleja y perpetúa las desigualdades del modelo social y económico implantado durante la dictadura del Gral.Pinochet (1973-1990).
De acuerdo a estudios internacionales como el de la OCDE 2011 a la que Chile pertenece desde mayo de este año, con 18.9% nuestro país tiene la tercera tasa mayor de pobreza relativa de la organización, después de México e Israel y muy por encima de la media de la OCDE de 11.1%. Además Chile aparece con la peor distribución de la riqueza entre los 34 estados miembros, e incluso en la desigual América Latina, con un índice Gini de 0,50 (promedio OCDE es de 0,31). Sin embargo, tenemos tres multi-billonarios además de nuestro Presidente de la República cuya fortuna alcanza los US$2,4 billones. Los hermanos Matte ($10,4 billones), Horst Paulmann y su familia ($10, 5 billones) y la familia Luksic ($19,2 billones). Cuatro familias chilenas que tienen una fortuna personal de $42,5 billones de dólares equivalentes a los ingresos del 80% de los chilenos y chilenas. La mayor parte de estas fortunas han sido construidas sobre la base de las políticas neoliberales, privatizaciones de servicios públicos y ventas de activos estatales poco transparentes que se realizaron en dictadura.
Las reformas económicas y sociales realizadas por el régimen militar con el apoyo de empresarios, los Chicago boys (economistas formados en la Universidad de Chicago) y grupos conservadores, también se abocaron al sistema educacional. Jaime Guzmán, abogado de la Universidad Católica de Chile (PUC), líder del ultraconservador movimiento gremial y uno de los asesores de Pinochet, fue uno de los arquitectos del entramado político institucional de la dictadura. Además fue co-autor de la Constitución de 1980, leyes orgánicas políticas y, por cierto, de las reformas al sistema educacional llevadas a cabo a principios de la década de los 80 cuando la sociedad civil aun no se articulaba para protestar contra la represión y los altísimos niveles de pobreza y desempleo.
Las ideas de Guzmán eran precisamente revertir los avances realizados por la reforma universitaria implementada a partir de 1967 que intentaba democratizar las instituciones de educación superior, mejorar el acceso a estudiantes de escasos recursos y formar profesionales con un espíritu crítico. Hacia 1980 Guzmán se declaraba enemigo de la educación universitaria gratuita, que según él favorecía a los sectores más ricos, y criticaba que sólo existieran universidades públicas estatales y ligadas a la Iglesia. Era necesario pues abrir el sistema de educación superior al mercado permitiendo la creación de instituciones privadas. El pensamiento católico-corporativista, cercano al fascismo, de Guzmán pasa a coincidir entonces con las ideas neoliberales pues entiende que entregar el sistema educacional al mercado refuerza sus ideas políticas sobre la estratificación y jerarquías sociales que defendió por años.
Esta nueva institucionalidad de la educación chilena se plasma en la LOCE (Ley Orgánica Constitucional de Educación) promulgada por Pinochet justo antes de la restauración del sistema democrático en marzo de 1990.En ella se consagra como principio fundamental la Libertad de Enseñanza -es decir la creación de escuelas y universidades por privados- y permite un lucro encubierto en ellas, por sobre el Derecho a la Educación. Una nueva ley aprobada durante el gobierno de la ex Presidenta Michelle Bachelet, la Ley General de Educación, reprodujo los puntos fundamentales de la LOCE derogada. Como resultado en Chile tenemos uno de los sistemas educacionales más segmentados y estratificados socialmente. En la enseñanza elemental y secundaria una educación pública endémicamente desfinanciada, a pesar de los esfuerzos de los últimos años, que recibe a los estudiantes más pobres; instituciones privadas que reciben recursos públicos -colegios subvencionados- que atienden a los sectores medios; y colegios particulares que cobran altos aranceles pero cuya calidad con suerte alcanza la media de un liceo público en un país desarrollado.
En el sistema universitario el escenario no es mejor. Existe una política de autofinanciamiento de las universidades públicas que obliga a éstas a obtener sus ingresos fundamentalmente en base a los aranceles pagados por los estudiantes. De hecho las familias chilenas financian el 73% del sistema ( en los países de la OCDE es un 16% promedio). Por ejemplo la Universidad de Chile, la más antigua y prestigiosa del país, recibe en aportes directos estatales sólo el 14% de su presupuesto, otro porcentaje similar en fondos concursables y el resto en base a los aranceles estudiantiles. Por otra parte, las universidades privadas se desarrollan en un ambiente fundamentalmente desregulado en que el sistema de acreditación para recibir fondos públicos es voluntario. Existe una serie de proyectos educacionales con clara orientación político-ideológica conservadora, que se han ganado un prestigio artificial construido en base a una desmesurada publicidad a través de la prensa chilena en su inmensa mayoría en manos de la derecha política o económica.
Esperemos que las manifestaciones estudiantiles y las movilizaciones sociales que se han articulado en las últimas semanas y que demuestran un importante grado de malestar social hacia el modelo económico y político, rindan frutos. No se trata, creo yo, sólo de críticas a las malas decisiones de un gobierno conservador aunque ellas agudicen la insatisfacción. Sino que se trata más bien de un cuestionamiento profundo a la transición política chilena. Chile conserva aun una Constitución Política y leyes orgánicas creadas por la dictadura, que a pesar de las múltiples reformas, consagran no sólo un modelo económico excluyente sino también un sistema político poco representativo incapaz de responder a las demandas por una sociedad con menos desigualdad y mayor protección social.
Marcelo Salgado
Ex dirigente estudiantil (Derecho, U. de Chile)
Militante socialista
sábado, junio 18, 2011
La Mala Suerte - Charles Baudelaire
Le Guignon
Pour soulever un poids si lourd,
Sisyphe, il faudrait ton courage!
Bien qu'on ait du coeur à l'ouvrage,
L'Art est long et le Temps est court.
Loin des sépultures célèbres,
Vers un cimetière isolé,
Mon coeur, comme un tambour voilé,
Va battant des marches funèbres.
— Maint joyau dort enseveli
Dans les ténèbres et l'oubli,
Bien loin des pioches et des sondes;
Mainte fleur épanche à regret
Son parfum doux comme un secret
Dans les solitudes profondes.
Charles Baudelaire
La Mala Suerte*
Para levantar un peso tan enorme,
Sísifo, se necesitaría tu valor!
Aunque uno haya puesto el corazón en la labor,
El Arte es largo y el Tiempo corto.
Lejos de sepulturas célebres,
Hacia un cementerio solitario,
Mi corazón como un tambor de luto,
Redobla fúnebres marchas.
Muchas joyas duermen sepultadas,
En las tinieblas y el olvido.
Lejos de azadones y sondas;
Muchas flores derraman sin querer
Su perfume dulce como un secreto
En las profundas soledades.
Charles Baudelaire
*Traducción libre y personal.
De Las Flores del Mal
Recopilación de la cuasi totalidad de la obra poética del autor desde 1840 y una de las más importantes de la poesía moderna. Fue calificada de "ofensiva a la moral pública y las buenas costumbres" y censurada en Francia al momento de su publicación en 1857. Recién en 1949, la Corte de Casación revierte esta medida a petición de la Sociedad de Escritores de Francia.
Charles Pierre Baudelaire (9 de abril de 1821 - 31 de agosto de 1867) fue un poeta, crítico de arte y traductor francés. Uno de los más importantes exponentes de la literatura del siglo XIX. Fue llamado poeta maldito, debido a su vida de bohemia y excesos, y a la visión del mal que impregna su obra. Sus restos yacen en el Cementerio de Montparnasse en París.
domingo, junio 12, 2011
Entrevista a Felipe Berríos sj en Burundi (Extractos)
"Soy un cura feliz, por mucho que a algunos les moleste"
Vive con poca electricidad y sin agua potable, le llaman "père Philippe" y ya construyó una obra impresionante en el centro de Burundi: Kibimba, una Granja-Escuela para los más pobres, inspirada en Infocap, que inaugurará en septiembre. Además, acaba de ser nombrado director nacional de Burundi del Servicio Jesuita de Refugiados. A un año de su partida, recibió a revista "Sábado" por una semana para contar su nueva vida africana, sus reflexiones sobre Chile, y responder con su estilo directo a críticas y rumores.
"Desde que los jesuitas sacamos el año 74 el decreto de estar al Servicio de la Fe y la Promoción de la Justicia que esa misma Fe implica, hemos tenido casi 48 jesuitas asesinados en Latinoamérica. O sea que es mucho más peligroso vivir en Latinoamérica y hablar de la justicia que estar acá...Allá yo era mucho más atacado por algunas personas".
-De hecho, por sus declaraciones al partir, algunos lo aplaudieron pero otros lo acusaron de arrogante y juzgador con la propia Iglesia.
-Le pido perdón a la gente que se sintió ofendida, no fue mi intención. Pero hay que desterrar eso de que la ropa sucia se lava en casa o el argumento de que para cuidar la unidad hay que tapar cosas o no decirlas por su nombre. Eso le ha traído un perjuicio tremendo a la Iglesia y hay que rescatar un derecho de todos los fieles, incluidos los sacerdotes, de opinar de aquellas materias que son definidas por la misma Iglesia como opinables. La obediencia no nos debe hacer mudos. La Iglesia tiene que mostrar esa madurez de no sólo aceptar, sino incentivar, que haya diversidad en temas discutibles.
Ahora, me gustaría aclarar: jamás dije que una persona por ser del Opus Dei no podía ser obispo. Sería una estupidez pensar así. Hay gente muy buena en el Opus Dei. Tampoco dije que por haber trabajado en el gobierno militar, no podía ser Arzobispo. Lo aclaro: no creo que haya sido un pecado trabajar en el gobierno militar y respeto y soy cercano de gente que trabajó en él. Lo que sí dije es que monseñor González había trabajado en una oficina que se dedicaba al espionaje a la Iglesia Católica, y de eso hay constancia de quejas de obispos de la época, y me parecía que ese perfil no iba a contribuir a la unidad de la Iglesia. Si lo que yo dije no es verdad, díganme, y pido perdón y me corrijo. Pero no me ataquen o descalifiquen, sino que contra argumenten los hechos que señalé. Eso no pasó.
-¿Y sobre sus críticas al Papa Juan Pablo II?
-No soy quien para criticarlo, todos conocemos las enormes cualidades del Papa Juan Pablo II. Mi punto de vista era que no había enfrentado a tiempo y con fuerza -como sí lo ha hecho este Papa- los casos de abusos sexuales, en especial de Maciel. Y siento que en su Papado se volvió a sacralizar la figura del sacerdote, que el Concilio Vaticano II había puesto al servicio del pueblo católico y no sobre él. Y, por último, siendo latinoamericano, me entristece que en su Papado se haya truncado una teología viva y pujante como era la teología latinoamericana. Que al ser una teología nueva, más todavía en un continente conflictivo y con tremendas desigualdades sociales, tuvo excesos y se ideologizó, es verdad. Debieron haberse corregido los excesos, pero aprovechar todo lo bueno que ella tenía, como fue su vitalidad, las comunidades de base, la participación de los laicos, la cercanía a los pobres como prioridad, obispos pastores, todas cosas que hoy día añoramos. Pero es una opinión, que otros pueden compartir o no, no una crítica a su figura (...)
-¿Cómo ha visto el papel de monseñor Ezatti al enfrentar los casos de abusos sexuales de sacerdotes?
-Me deja muy contento que lo hayan nombrado, pues se ve un arzobispo de Santiago que hasta el momento no ha eludido los temas. Lo está haciendo muy bien y creo que su actitud de verdad, transparencia y solidaridad con las víctimas, rescata la fuerza histórica de la Iglesia chilena, que por más que esté viviendo un momento difícil, sobrevivirá, porque es la Iglesia del padre Hurtado, del cardenal Silva Henríquez, del padre Gumucio, de monseñor Ignacio Ortúzar, del padre Renato Poblete, el padre Guarda, monseñor Baeza, el padre Aldunate y de tantos otros sacerdotes y laicos chilenos ejemplares como ellos, que hacen carne el mensaje de Jesús (...)Es importante que aquí se revise un modelo pastoral con poca participación y secretismo que ha permitido y promovido a personajes como él. Debemos volver a mirar el Concilio Vaticano II y su modelo: abrirse más a la gente y no sacralizar la figura del cura como autoridad máxima. Los curas debemos mostrar con nuestras acciones que nos jugamos a concho por el Dios de Jesucristo, si no, ¡no estamos creyendo en él! Así de simple. Creo que a veces los curas hemos idolatrado la doctrina, la institución, y no al Dios de Jesucristo, que sacrifica hasta a su Hijo para salvarnos a todos y no sólo a algunos...Tenemos que mostrar coherencia con su figura: él se vistió como la gente común, hablo un lenguaje sencillo, se puso en el lado de los excluidos; ese es el modelo de sacerdote que nos propone y que yo intento -con todas mis limitaciones- seguir. Si nos acercamos a eso tendremos las iglesias repletas. Pero cuando nos transformamos en inspectores de colegio, como con una supremacía moral, vigilando la sociedad, o planteando que si cumples normas te salvas, ahí la gente nos va a seguir por miedo o se va a ir (...)
Tú me preguntabas por qué estoy aquí. Bueno: aquí estamos entre los más excluidos del mundo. Y ha sido un sistema el que ha producido esto, uno que va dejando atrás a personas y países como éste, y que se queda con los mejores entre comillas. Creo que la insatisfacción que se ve en Chile y en el mundo desarrollado, esa sensación de vacío, es porque estamos viviendo los estertores de un sistema de mercado individualista y machista, que ve el éxito y la eficiencia excluyendo a los débiles, los lentos, los gordos, los feos, los viejos, los pobres, los enfermos, a las minorías... Eso ha hecho que no seamos felices y que estemos llenos de miedos, porque va a llegar el día en que yo voy a ser del grupo de los excluidos, por enfermo, viejo, lo que fuera. ¡Cómo sufren los papás con los hijos que maduran más lento! Porque quedan fuera del sistema.
"Mira la pobreza de esta gente, no tienen nada y ¡están felices porque tienen una cabra! O comieron esta carne, que no comen jamás. Acá no andan ansiosos, ni estresados, ni apurados ni mal genio, la familia es todo y la vida, un regalo. Aquí uno se cuestiona mucho. No estoy en contra del desarrollo, pero no es sólo sinónimo de carreteras y celulares. ¿Producimos en Chile para tener plata y cosas sin límite o para ser más felices, cuidar y estar más en familia, tener un país menos desigual? La confusión de fines con medios nos ha desordenado la vida y nos llena de infelicidad. Yo invitaría a la gente en Chile a gozar lo que tiene, sin ansiedad por tener más: cuando uno aprende a disfrutar, está dispuesto a compartir sus privilegios en vez de seguir acaparando. Y así es más feliz".
-¿Qué actitudes de la sociedad chilena nos alejan de esto?
-El nivel de segregación social, clasismo, exclusión y de miedo o desprecio al otro que hay en Chile no se ve ni en África. Mira, aquí uno vive como en la Edad Media, mientras Occidente vive el siglo 21. Esta misma sensación tengo cuando pienso en Chile: hay algunos que viven en el primer mundo, pero una gran cantidad todavía está en el tercero. Y me angustia que eso para algunos sea un problema ajeno y que en vez de luchar por un país más justo, vivan preocupados de ganar más y más plata, comprarse el auto último modelo, helicópteros, ir a veranear a los lugares de moda, hacerse la cirugía plástica para verse como lolas para siempre... Les da miedo subirse al metro y no saben dónde queda la Plaza Italia. Eso no puede ser. No se dan cuenta que pueden estar encendiendo un fósforo en un polvorín. Y, en el fondo, los más insatisfechos son ellos. Pienso que la Iglesia, aún herida como está, tiene mucho que decir con su Buena Noticia, que le da sentido a la vida. Tenemos que ser los primeros en mostrar la austeridad como un reflejo de quien tiene su vida plena y no necesita llenarse de cosas para compensar sus inseguridades sociales o sicológicas. Volvamos en Chile a la vida sencilla de antes, y dejemos de actuar como nuevos ricos."
jueves, junio 09, 2011
El niño yuntero - Miguel Hernández
EL NIÑO YUNTERO
Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
MIGUEL HERNÁNDEZ
Del libro Viento del Pueblo. Poesía en la Guerra (1937).
Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942) fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Comprometido con la causa republicana murió en la cárcel, víctima de la represión franquista.
Musicalizado por Joan Manuel Serrat.
martes, junio 07, 2011
¿Qué haces con el olor a carne quemada? Entrevista a Jorge Semprún 19/08/2000
Una de las últimas entrevistas al destacado intelectual español Jorge Semprún fallecido hoy martes 7 de junio de 2011 en París.
Jorge Semprún (Madrid, 1923-París, 2011) vivió las grandes fatalidades del siglo XX. En 1943 fue enviado al campo de concentración nazi de Buchenwald, como miembro de la Resistencia francesa que era. En 1964 fue expulsado del Partido Comunista de España. Por eso dice que, respecto a las fatalidades, las ha sobrevivido. La supervivencia es su poética y lo demuestran la mayoría de sus obras, desde la novela El largo viaje hasta el ciclo de ensayo memorialístico que forman, entre otros libros, Autobiografía de Federico Sánchez, La escritura o la vida y Adiós luz de veranos... Semprún, un hombre fascinado por los aspectos literarios de la política, fue ministro de Cultura de Felipe González entre 1988 y 1991. Su experiencia fue breve y hay acuerdo general en que lo mejor de ella fue el libro que la relataba, tan precisamente titulado Federico Sánchez se despide de ustedes.
JORGE SEMPRÚN, ESCRITOR ¿Qué haces con el olor a carne quemada?
Jorge Semprún veranea con sus nietas. Una de ellas tiene 16 años y, al parecer, es una parisina compacta. Su abuelo le preguntó qué le gustaría hacer este año. La joven pidió una semana de toros. Por eso la familia está ahora en Dax, una pequeña ciudad francesa de las Landas, tomada por mozos con pañuelo rojo, cante grande y la indescriptible excitación del toro.
Pregunta. ¿En 1968 aún era usted marxista?
Respuesta. Eh... Sigo siendo marxista. El marxismo como instrumento de análisis social me parece válido. Otra cosa es que sea un instrumento útil de transformación.
P. "Los filósofos se han dedicado a explicar el mundo. Ahora hay que transformarlo". Marx, más o menos.
R. La cruz del marxismo. Y lo que, seguramente, ha llevado a la destrucción comunista. Ése es uno de los puntos centrales del que tenía que ser el gran libro de mi vida. Un libro que empecé a escribir en 1968. Se titula Balance y perspectivas del marxismo. Treinta años después sigo en ello, aunque ya sepultado por miles de notas.
P. ¿Estaba en París en mayo?
R. Estaba en París. Y aquel año también viajé a La Habana, al Congreso Cultural. 1968 fue el final de la alegría cubana. Castro hizo un discurso muy pesimista, Cuba está sola y cosas por el estilo. Yo ya estaba curado del espanto comunista, porque hacía cuatro años que había abandonado el PCE. Pero aquel discurso me produjo una gran impresión. Castro hablaba como Solís. Lo que puso la puntilla a mi abandono de ese mundo fue el estilo, la retórica.
P. ¿Hubo también mucha retórica en París?
R. Sí, sí, mucha. La mala la puso De Gaulle, al que yo apreciaba por otras razones, pero del que no pude sufrir nunca su propensión al grand style, a considerarse Bossuet o Chateaubriand. Aquellos días puso otra vez en marcha sus anacrónicas apelaciones a la grandeza de Francia, a la Francia sola, etc. Aunque con éxito. Estaba con unos amigos, Jean Daniel entre ellos, viendo el discurso en que anunció elecciones, y ellos decían que De Gaulle vivía en otro mundo. Yo les contesté: "Se acabó mayo". Y en efecto, ganó las elecciones. Su retórica estaba pasada, pero conmovía. También a los comunistas, que eran muy conservadores y que resultaron los grandes aliados del general. En fin, la retórica buena estaba en las calles. Los eslóganes de mayo es lo mejor que dejó la revuelta.
P. Revuelta, dice.
R. Sí, mayo fue una revuelta. Antiautoritaria. Un gran psicoanálisis colectivo. Fue emocionante vivirlo.
P. ¿Por qué?
R. Humm. La convivialidad podríamos decir. París, como todas las ciudades, es muy hosca. Cuesta hablar con la gente. A un ciudadano, en la calle, sólo los mendigos le dirigen la palabra. En mayo todo el mundo hablaba con todo el mundo. Lo peor de mayo fue el retorno del leninismo...
P. ¿Qué quiere decir?
R. Bueno, entre los que hablaban había mucho leninismo aprendido deprisa y corriendo. Mi yerno, por ejemplo, un hombre muy inteligente, se pasó tres semanas leninizado. Yo no daba crédito. Aunque mayo acabó bien: habíamos hecho la revolución, pero, por fortuna, acabamos perdiendo y no tuvimos que asumir los riesgos de la victoria. Aunque hubo un lugar donde se ganó: la universidad y la enseñanza, en general: el sistema educativo francés aún está pagando la factura.
P. En noviembre de 1989, cuando cayó el muro, usted era ministro del Gobierno de España. ¿Cómo hablaban del acontecimiento en el Consejo?
R. ¿En el Consejo?
P. Sí, claro.
R. En el Consejo nunca se habló de eso.
P. Tenía entendido...
R. Nada, en el Consejo de Ministros nunca hubo, al menos mientras yo estuve, una discusión política. Se hablaba de presupuestos, de nombramientos, pero discusión política... Yo nunca he escuchado una discusión política, discusión política, digo, ¿eh?, sobre ETA en un Consejo de Ministros. Y tampoco sobre la caída del muro. Discusiones políticas yo las tenía, al margen del Gobierno, con los ministros con los que me entendía: el núcleo reformista, digamos. Felipe González, Solchaga, Almunia, etcétera. Aparte, despachaba sin papeles con el presidente cuando él quería. Unas conversaciones muy francas y muy libres donde se hablaba de todo.
P. Vivieron ustedes el final del mundo.
R. Desde luego. ¡Y hemos sobrevivido! La preocupación del presidente era que la Unión Soviética no se desintegrara. Una vez me envió ante Gorbachov con este mensaje: que mantenga la autoridad federal. No pudo ser. Supongo que González vivió esa desintegración como un fracaso.
P. ¿Y cree que vivió todo el proceso con el regocijo de un veterano socialdemócrata?
R. En absoluto. Felipe González era un dirigente europeo..., tal vez el dirigente europeo más consciente del problema. Y lo vivió con gran inquietud.
P. Años atrás había dicho que prefería morir apuñalado en el metro de Nueva York antes...
R. Que vivir bajo la tiranía soviética. Una elección acertada. El muro hacía mucho tiempo que había caído. Mire, en la primavera de 1989 fui de visita oficial a Hungría. El presidente del Consejo me recibió y cuando le pregunté sobre el sistema, me dijo: "Viajamos en un avión sin radar y las luces del aeropuerto donde debemos aterrizar se han apagado". ¡Y era el primer ministro! Lo sorprendente de la caída del muro es que tardara tanto.
P. ¿Qué le preocupa del porvenir?
R. La memoria. Están desapareciendo los testigos del exterminio. Bueno, cada generación tiene un crepúsculo de esas características. Los testigos desaparecen. Pero ahora me está tocando vivirlo a mí. Aún hay más viejos que yo que han pasado por la experiencia de los campos. Pero no todos son escritores, claro. En el crepúsculo la memoria se hace más tensa, pero también está más sujeta a las deformaciones. Luego hay algo... ¿Sabe usted qué es lo más importante de haber pasado por un campo? ¿Sabe usted qué es exactamente? ¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias está, precisamente, la literatura. ¿Pero cómo hablas de eso? ¿Comparas? ¿La obscenidad de la comparación? ¿Dices, por ejemplo, que huele como a pollo quemado? ¿O intentas una reconstrucción minuciosa de las circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor, vueltas y más vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo, el olor más importante de un campo de concentración. Y no puedo explicarlo. Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros.
P. ... ¿Qué está escribiendo?
R. Varias cosas a la vez, como siempre.
P. ¿Y aparte de Balance y perspectivas?
R. Ja, ja. Justamente estoy viendo ahora si podría sacar de esa masa un ensayo que se llamara Marx, mercado y modernidad. Estoy también con una novela y con otro relato autobiográfico sobre los campos. Después del verano uno de los proyectos se adelantará y me concentraré en él.
P. ¿El relato?
R. Eh..., sí, seguramente sí. Trata de algo que me sucedió, que no había explicado antes.
P. ¿Por qué no lo había hecho?
R. Es tan inverosímil, que antes preferí escribir sobre realidades que la gente creyera con más facilidad.
P. Hay un acuerdo casi general sobre el carácter sanguinario del siglo que acaba.
R. ¿Qué quiere que le diga? Ha sido un siglo muy trágico, de muerte masiva. Pero, por ejemplo, el progreso demográfico no se ha parado. Es decir, no ha ocurrido lo que pasó en Europa durante la Guerra de los Treinta Años.
P. ¿Los supervivientes del siglo le parecen gentes felices?
R. Es difícil saberlo, claro. Pero tomemos el campesino pobre, que es la clase sufriente por naturaleza. No hay duda de que nunca ha vivido mejor.
P. El siglo dejará alguna enseñanza moral preponderante.
R. Sí, una que me parece muy importante: la sociedad no puede cambiarse, pero el hombre, sí.
P. Así pues, Rimbaud no iba desencaminado.
R. ¡En absoluto! Rimbaud es el gran profeta de la modernidad.
ARCADI ESPADA, EL PAIS 19/08/2000
Jorge Semprún (Madrid, 1923-París, 2011) vivió las grandes fatalidades del siglo XX. En 1943 fue enviado al campo de concentración nazi de Buchenwald, como miembro de la Resistencia francesa que era. En 1964 fue expulsado del Partido Comunista de España. Por eso dice que, respecto a las fatalidades, las ha sobrevivido. La supervivencia es su poética y lo demuestran la mayoría de sus obras, desde la novela El largo viaje hasta el ciclo de ensayo memorialístico que forman, entre otros libros, Autobiografía de Federico Sánchez, La escritura o la vida y Adiós luz de veranos... Semprún, un hombre fascinado por los aspectos literarios de la política, fue ministro de Cultura de Felipe González entre 1988 y 1991. Su experiencia fue breve y hay acuerdo general en que lo mejor de ella fue el libro que la relataba, tan precisamente titulado Federico Sánchez se despide de ustedes.
JORGE SEMPRÚN, ESCRITOR ¿Qué haces con el olor a carne quemada?
Jorge Semprún veranea con sus nietas. Una de ellas tiene 16 años y, al parecer, es una parisina compacta. Su abuelo le preguntó qué le gustaría hacer este año. La joven pidió una semana de toros. Por eso la familia está ahora en Dax, una pequeña ciudad francesa de las Landas, tomada por mozos con pañuelo rojo, cante grande y la indescriptible excitación del toro.
Pregunta. ¿En 1968 aún era usted marxista?
Respuesta. Eh... Sigo siendo marxista. El marxismo como instrumento de análisis social me parece válido. Otra cosa es que sea un instrumento útil de transformación.
P. "Los filósofos se han dedicado a explicar el mundo. Ahora hay que transformarlo". Marx, más o menos.
R. La cruz del marxismo. Y lo que, seguramente, ha llevado a la destrucción comunista. Ése es uno de los puntos centrales del que tenía que ser el gran libro de mi vida. Un libro que empecé a escribir en 1968. Se titula Balance y perspectivas del marxismo. Treinta años después sigo en ello, aunque ya sepultado por miles de notas.
P. ¿Estaba en París en mayo?
R. Estaba en París. Y aquel año también viajé a La Habana, al Congreso Cultural. 1968 fue el final de la alegría cubana. Castro hizo un discurso muy pesimista, Cuba está sola y cosas por el estilo. Yo ya estaba curado del espanto comunista, porque hacía cuatro años que había abandonado el PCE. Pero aquel discurso me produjo una gran impresión. Castro hablaba como Solís. Lo que puso la puntilla a mi abandono de ese mundo fue el estilo, la retórica.
P. ¿Hubo también mucha retórica en París?
R. Sí, sí, mucha. La mala la puso De Gaulle, al que yo apreciaba por otras razones, pero del que no pude sufrir nunca su propensión al grand style, a considerarse Bossuet o Chateaubriand. Aquellos días puso otra vez en marcha sus anacrónicas apelaciones a la grandeza de Francia, a la Francia sola, etc. Aunque con éxito. Estaba con unos amigos, Jean Daniel entre ellos, viendo el discurso en que anunció elecciones, y ellos decían que De Gaulle vivía en otro mundo. Yo les contesté: "Se acabó mayo". Y en efecto, ganó las elecciones. Su retórica estaba pasada, pero conmovía. También a los comunistas, que eran muy conservadores y que resultaron los grandes aliados del general. En fin, la retórica buena estaba en las calles. Los eslóganes de mayo es lo mejor que dejó la revuelta.
P. Revuelta, dice.
R. Sí, mayo fue una revuelta. Antiautoritaria. Un gran psicoanálisis colectivo. Fue emocionante vivirlo.
P. ¿Por qué?
R. Humm. La convivialidad podríamos decir. París, como todas las ciudades, es muy hosca. Cuesta hablar con la gente. A un ciudadano, en la calle, sólo los mendigos le dirigen la palabra. En mayo todo el mundo hablaba con todo el mundo. Lo peor de mayo fue el retorno del leninismo...
P. ¿Qué quiere decir?
R. Bueno, entre los que hablaban había mucho leninismo aprendido deprisa y corriendo. Mi yerno, por ejemplo, un hombre muy inteligente, se pasó tres semanas leninizado. Yo no daba crédito. Aunque mayo acabó bien: habíamos hecho la revolución, pero, por fortuna, acabamos perdiendo y no tuvimos que asumir los riesgos de la victoria. Aunque hubo un lugar donde se ganó: la universidad y la enseñanza, en general: el sistema educativo francés aún está pagando la factura.
P. En noviembre de 1989, cuando cayó el muro, usted era ministro del Gobierno de España. ¿Cómo hablaban del acontecimiento en el Consejo?
R. ¿En el Consejo?
P. Sí, claro.
R. En el Consejo nunca se habló de eso.
P. Tenía entendido...
R. Nada, en el Consejo de Ministros nunca hubo, al menos mientras yo estuve, una discusión política. Se hablaba de presupuestos, de nombramientos, pero discusión política... Yo nunca he escuchado una discusión política, discusión política, digo, ¿eh?, sobre ETA en un Consejo de Ministros. Y tampoco sobre la caída del muro. Discusiones políticas yo las tenía, al margen del Gobierno, con los ministros con los que me entendía: el núcleo reformista, digamos. Felipe González, Solchaga, Almunia, etcétera. Aparte, despachaba sin papeles con el presidente cuando él quería. Unas conversaciones muy francas y muy libres donde se hablaba de todo.
P. Vivieron ustedes el final del mundo.
R. Desde luego. ¡Y hemos sobrevivido! La preocupación del presidente era que la Unión Soviética no se desintegrara. Una vez me envió ante Gorbachov con este mensaje: que mantenga la autoridad federal. No pudo ser. Supongo que González vivió esa desintegración como un fracaso.
P. ¿Y cree que vivió todo el proceso con el regocijo de un veterano socialdemócrata?
R. En absoluto. Felipe González era un dirigente europeo..., tal vez el dirigente europeo más consciente del problema. Y lo vivió con gran inquietud.
P. Años atrás había dicho que prefería morir apuñalado en el metro de Nueva York antes...
R. Que vivir bajo la tiranía soviética. Una elección acertada. El muro hacía mucho tiempo que había caído. Mire, en la primavera de 1989 fui de visita oficial a Hungría. El presidente del Consejo me recibió y cuando le pregunté sobre el sistema, me dijo: "Viajamos en un avión sin radar y las luces del aeropuerto donde debemos aterrizar se han apagado". ¡Y era el primer ministro! Lo sorprendente de la caída del muro es que tardara tanto.
P. ¿Qué le preocupa del porvenir?
R. La memoria. Están desapareciendo los testigos del exterminio. Bueno, cada generación tiene un crepúsculo de esas características. Los testigos desaparecen. Pero ahora me está tocando vivirlo a mí. Aún hay más viejos que yo que han pasado por la experiencia de los campos. Pero no todos son escritores, claro. En el crepúsculo la memoria se hace más tensa, pero también está más sujeta a las deformaciones. Luego hay algo... ¿Sabe usted qué es lo más importante de haber pasado por un campo? ¿Sabe usted qué es exactamente? ¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias está, precisamente, la literatura. ¿Pero cómo hablas de eso? ¿Comparas? ¿La obscenidad de la comparación? ¿Dices, por ejemplo, que huele como a pollo quemado? ¿O intentas una reconstrucción minuciosa de las circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor, vueltas y más vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo, el olor más importante de un campo de concentración. Y no puedo explicarlo. Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros.
P. ... ¿Qué está escribiendo?
R. Varias cosas a la vez, como siempre.
P. ¿Y aparte de Balance y perspectivas?
R. Ja, ja. Justamente estoy viendo ahora si podría sacar de esa masa un ensayo que se llamara Marx, mercado y modernidad. Estoy también con una novela y con otro relato autobiográfico sobre los campos. Después del verano uno de los proyectos se adelantará y me concentraré en él.
P. ¿El relato?
R. Eh..., sí, seguramente sí. Trata de algo que me sucedió, que no había explicado antes.
P. ¿Por qué no lo había hecho?
R. Es tan inverosímil, que antes preferí escribir sobre realidades que la gente creyera con más facilidad.
P. Hay un acuerdo casi general sobre el carácter sanguinario del siglo que acaba.
R. ¿Qué quiere que le diga? Ha sido un siglo muy trágico, de muerte masiva. Pero, por ejemplo, el progreso demográfico no se ha parado. Es decir, no ha ocurrido lo que pasó en Europa durante la Guerra de los Treinta Años.
P. ¿Los supervivientes del siglo le parecen gentes felices?
R. Es difícil saberlo, claro. Pero tomemos el campesino pobre, que es la clase sufriente por naturaleza. No hay duda de que nunca ha vivido mejor.
P. El siglo dejará alguna enseñanza moral preponderante.
R. Sí, una que me parece muy importante: la sociedad no puede cambiarse, pero el hombre, sí.
P. Así pues, Rimbaud no iba desencaminado.
R. ¡En absoluto! Rimbaud es el gran profeta de la modernidad.
ARCADI ESPADA, EL PAIS 19/08/2000
viernes, junio 03, 2011
Tocqueville sobre Lamartine o la lucidez del análisis político.
Resulta admirable la capacidad de análisis del intelectual francés del siglo XIX, Alexis de Tocqueville. Luego de haber escrito "De la democracia en América" Tocqueville decidió asumir el rol de un político común haciéndose elegir diputado por la Mancha. Sin embargo, mantuvo hasta el final de sus días la agudeza que se aprecia claramente en su obra maestra. Aquí el retrato que hizo de Alphonse de Lamartine uno de los políticos más populares del período romántico,que evolucionó de las posiciones realistas al republicanismo burgués para luego retirarse a la literatura donde adquirió una cierta notoriedad.
"Yo no sé si he encontrado en este mundo de ambiciones egoístas, en medio del cual he vivido, un espíritu más vacío de preocupación por el bien público que el suyo. Habiendo visto una multitud de hombres transtornar el país para engrandecerse: siendo ésta la perversidad corriente; es el único, creo, que me ha parecido siempre dispuesto a conmocionar el mundo sólo por distracción."
"No he conocido tampoco espíritu menos sincero, ni que haya sentido un desprecio más completo por la verdad. Cuando digo que la ha despreciado me equivoco; no la honraba siquiera lo suficiente como para ocuparse de ella de manera alguna.Ya sea hablando o escribiendo, se separa de la verdad y regresa a ella sin preocuparse. Únicamente atento a cierto efecto que deseaba producir en un momento determinado..."
ALEXIS DE TOCQUEVILLE (1805-1859), Souvenirs (1893)
Este retrato me recuerda a ciertos políticos chilenos que no se preocupan del bien común sino de su imagen o sus intereses particulares.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)