La Junta Militar birmana detiene a centenares de personas para aplastar la 'revolución azafrán'
ÁLVARO DE CÓZAR (ENVIADO ESPECIAL) - Mae Sot - 05/10/2007
El jefe de la Junta Militar que gobierna Myanmar (antigua Birmania), Than Shwe ha aceptado reunirse con la premio Nobel de la Paz y líder de la oposición Aung San Suu Kyi, por primera vez en los 15 años que lleva al frente del régimen. El encuentro, anunciado ayer por la televisión estatal, está condicionado a que la activista, líder de la Liga Nacional para la Democracia, que lleva casi dos décadas en arresto domiciliario intermitente, abandone su "postura de confrontación contra el régimen".
Frente a este único logro de la diplomacia de la ONU, los militares birmanos han aplastado casi definitivamente la llamada revolución azafrán, comenzada hace unas semanas por los estudiantes, y encabezada luego por los monjes budistas, con la detención de cientos de personas en los últimos dos días. La mayoría de los rebeldes que han protestado en las calles a favor de la democracia y contra las represalias de la dictadura han sido encarcelados. Los hombres de Than Shwe también están deteniendo a los acusados de colaborar con la disidencia o de pasar información a los medios occidentales, a los que el régimen prohibió la entrada en la antigua capital, Yangon (antes llamada Rangún). Se calcula que unas 6.000 personas pueden haber sido apresadas. Los medios estatales reconocen 2.000 detenidos.
En Mae Sot, ciudad tailandesa fronteriza con Myanmar, algunos ex presos políticos insistían ayer en que las protestas no terminarán hasta que haya democracia en el país. Algunos de ellos señalaban que un número indeterminado de birmanos podría llegar a Tailandia huyendo de las represalias.
Pese a la situación, el ambiente en Myanmar es "tranquilo, quizá demasiado para lo que está pasando", aseguraba un empresario occidental por teléfono. "Es raro. La gente no sale a la calle y todo parece demasiado en calma", comentó. Según dijo, muchos diarios están cerrando, las calles están vacías y la gente tiene miedo a comentar lo ocurrido. Para los ciudadanos que se unieron a las protestas, lo que ha ocurrido es una revolución aplastada por los militares con violencia y unos 300 muertos (oficialmente, sólo se reconocen 16).
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