sábado, diciembre 01, 2007

Anti Concertación: Una estrategia eficaz (artículo de Centro Avance)

por Antonio Cortés Terzi

El problema de la Concertación es cada vez menos su deterioro en popularidad y es cada vez más su impopularidad. Y eso marca un radical punto de inflexión, porque el deterioro en popularidad es, habitualmente, pasivo, pero la impopularidad es siempre activa. En definitiva, los peligros mayores y potencialmente desastrosos para la Concertación, no están en el Parlamento, están en la calle.

Previo a la votación en el Senado de la partida presupuestaria destinada al Transantiago, la derecha inauguró una pequeña campaña del “No”, emulando - consignas y cánticos incluidos- la emblemática campaña de la Concertación para el plebiscito de 1988.

El origen de la iniciativa tal vez sea anecdótico, pero analítica y políticamente debería ser recogida por la coalición gobernante con sumo interés y como una señal que raya en lo alarmante.

En una situación política definible genéricamente como normal, no es lo más acertado para una oposición levantar un No como consigna o símbolo de una estrategia. La carga de confrontación y negatividad que entraña tiende a contradecir el sentido común ciudadano que predomina en un estado de cosas que transcurre con normalidad. Además, suena como amenazante a la masivamente apreciada tranquilidad política y social que es intrínseca a un cuadro de normalidad.

Con lo dicho podría pensarse que la derecha chilena se equivoca radicalmente si pretende sostener una estrategia que se afirme en lo que simboliza la consigna del No. La verdad es que en ese caso, o no se estaría pensando bien o no se estaría pensando con toda la lucidez requerida.

En lo sustantivo y estructural, Chile vive en normalidad. Pero, en lo que respecta a la plenitud de sus realidades, vive en una normalidad “rara”, porque dentro de ella hay anormalidades o sesgos anormales.

De partida, no está en la esencia de lo normal que en una democracia, durante veinte años, no se produzca alternancia en el gobierno y que permanezcan inmutables es sus posiciones las fuerzas que gobiernan y las que se oponen.

Tampoco es enteramente normal que durante ese mismo lapso las corrientes de centro-izquierda se hayan desenvuelto en el doble plano de representación de la crítica social y de conductoras del estatus. Y que, dada esa ambivalencia, sea la derecha la que crecientemente asuma la vocería de la crítica social.

En fin, esas y otras anormalidades de naturaleza similar son las que le conceden un primer espacio de racionalidad política a la estrategia del No que esboza la derecha.

Pero la anormalidad también puede ser una criatura de las percepciones. Y las percepciones, aunque nunca son absolutamente arbitrarias, pueden ser obra de discursos. Y aquí entra a tallar la derecha con su habilidad y con el poderío comunicacional con el que cuenta.

Transantiago ha sido el pilar discursivo sobre el cual la derecha ha podido ir generando una percepción masiva de que el país vive en un estado de anormalidad gubernamental y que se gestaría en la descomposición política y ética de la Concertación.

La derecha percibió lo que todavía no pareciera percibir la Concertación en lo que respecta al Transantiago: su puesta en marcha fue la puesta en marcha de una política pública de resultados factualmente anti-populares. El efecto político más importante de los impactos sociales del Transantiago fue el inicio de la pérdida, por parte de la Concertación, de su imagen de ser la fuerza política más representativa y fiel a lo popular. Y puesto que no ha habido ninguna materialización de una política pública que contrarreste ese comienzo de quiebre, la ruptura entre Concertación y “pueblo” sigue en inexorable incremento. El problema de la Concertación es cada vez menos su deterioro en popularidad y es cada vez más su impopularidad. Y eso marca un radical punto de inflexión, porque el deterioro en popularidad es, habitualmente, pasivo, pero la impopularidad es siempre activa.

Esta trágica anormalidad –una centro-izquierda que deviene paulatinamente en impopular- abre compuertas para otorgarle eficacia a la estrategia derechista del No. Si la impopularidad de la Concertación se desarrolla aún más, la negatividad opositora se legitimará socialmente, porque lo negativo y lo anti, cuando está alimentado por lo impopular, aparece como actitud virtuosamente positiva. Y cuando en momentos excepcionales se instala, en sintonía con lo social, una política cuyo eje central es un anti, entonces lo que se tiene es una política formidablemente aglutinadora y movilizadora.

En definitiva, los peligros mayores y potencialmente desastrosos para la Concertación, no están en el Parlamento, están en la calle.

En tal sentido, el incierto futuro de la Concertación no radica fundamentalmente ni en el gobierno ni el Parlamento, sino en la “infantería”, o sea, en la multitud de candidatos a concejales y alcaldes concertacionistas que saldrán a medirse con la anti Concertación y con la “quinta columna” en las elecciones de octubre del próximo año.

30/11/2007
www.centroavance.cl

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