sábado, diciembre 15, 2007

Houellebecq en Chile


Más allá de su deficiente despliegue escénico Michel Houellebecq es uno de los autores más influyentes de nuestra época. Su literatura es muy entretenida y sus tesis interesantes. Tal vez no desarrolladas plenamente pero de igual forma arroja ciertas luces sobre la vacuidad de nuestra vida contemporánea y hacia donde puede llevarnos este curso de cosas. Me declaro en definitiva un seguidor de este escritor. Esta es un relato bastante subjetivo de este columnista de la Zona de Contacto sobre la conferencia en que participó en el Centro de Extensión de la PUC. A la cual no pude asistir porque no sabía y cuando supe no quedaban invitaciones :( Para otra vez será pero al parecer sus libros son mucho mejores que sus conferencias.
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HOUELLEBECQ EN CHILE, TOUR 2007

“Mejor que cualquier analista político, sociólogo o filósofo contemporáneo, Houellebecq ha sabido ofrecer en sus libros la más precisa radiografía de nuestros tiempos”. Eso escribimos hace un año, en un reportaje sobre la obra del francés. Así que partimos a ver su charla en la PUC. Ni tan polémico, ni tan rockero, ni tan brillante como sus libros. Un tipo relativamente simpático, sí. Pero tan apático como sus personajes. Definitivamente es mejor leer sus novelas que escucharlo hablar.

Por Matías Correa




Michel Houellebecq fuma raro: sostiene el cigarro entre el dedo del medio y el anular. Cuesta imaginarlo escribir y tragar humo al mismo tiempo. Pero se supone que el genio se manifiesta en ciertos gestos, como fumar con estilo.

El mismo Perec, quien se ufanaba de aspirar el humo de esta manera, aseguraba haber conocido a pocas personas que fumaran tal como él lo hacía. Pero eso lo dijo antes de la fama. Seguro que cuando faltaba poco para que Perec muriera ya había una tropa de escritorcillos replicando la pose. Como Houellebecq lo hace ahora, por ejemplo. Pero hay una enorme diferencia entre éste y los hipotéticos imitadores de Perec: Houellebecq es todo lo contrario de un mero escritorcillo.

Si Houellebecq hubiera sido el nombre de una banda indie francesa seguro que la concurrencia habría sido la misma. Cuatrocientas personas. Pero esto no era rock, sino literatura. O quizá fuera un poco de las dos cosas, al menos eso prometía tomando en cuenta los libros del francés, su sentido del humor agrio y certero, y sus "éscandalos", como cuando lanzó Plataforma (01) rodeado de actrices porno que ofrecían a los invitados, réplicas de sus vaginas en chocolate sobre bandejas de plata.



Mientras la gente hacía una larga fila para entrar, Houellebecq espera sentado en un banco. Quienes estaban en el patio –un par de funcionarios de la universidad, las señoras de la limpieza, un pequeño grupo de estudiantes y profesores– lo observaban de lejos, sin atreverse a acercarse, como si el tipo que estaba echado ahí, fumando, fuera alguien realmente famoso.

“Hay un inconveniente [con ser famoso]. Por ejemplo, en Nápoles, tuve una sensación extraña. Cuando la gente me iba a ver, se acercaba, miraba y se iba. La gente lo mira a uno como si estuviera en la tele... [Pero] en conjunto, son más las ventajas”, dijo el escritor durante la charla-entrevista, mientras quienes lo escuchábamos hablar gracias a una horrible traducción simultánea, parecíamos estar dentro de un estudio de televisión, en la grabación de un programa del ARTV.



¿QUÉ DIJO?

Puede que el filósofo Immanuel Kant haya tenido la cabeza más grande de toda la modernidad, por eso no tiene nada de raro que Houellebecq lo haya proclamado ayer como uno de sus héroes intelectuales. Ni tampoco que Ratzinger lo haya citado en Spe Salvi, su última encíclica sobre la esperanza. Lo que sí provoca extrañeza es descubrir que, a pesar de todo, estos dos best-selleres no se encuentran tan lejos entre sí.

¿Y qué dijo Houellebecq sobre Kant? No gran cosa. Que si podemos pensar la ética sin una religión que la justifique, eso es mérito del filósofo alemán. Houellebecq también confesó que le sorprendía que a Kant le gustara la tapioca (¿?). Su ocurrencia fue seguida por un coro de risas. Simpático Houellebecq, pero sus libros son definitivamente mejor logrados que sus conferencias.

De acuerdo a Gonzalo Garcés, el escritor argentino que hizo de maestro de ceremonias, Houellebecq suele tardar en responder en sus entrevistas porque es uno de los pocos intelectuales que piensan antes de abrir la boca. Pero la verdad es que sus eternas pausas entre frase y frase, más que muestra de su genialidad, parecían ser los titubeos de quien ignora qué hacer cuando se encuentra alumbrado por las luces sobre el escenario.


En lo que duró el “espectáculo”, además de Kant, se conversó sobre Perec, Virginia Woolf, Schopenauer, Balzac, Céline, la esperanza, la arquitectura, el sistema fiscal francés, misoginia, socio-literatura, la pérfida industria turística, la risa, la fama y la adaptación al cine de su última novela, entre otras cosas.

Al salpicón intelectual no le faltaron ingredientes. Era exactamente lo que todos esperaban. Y, sin embargo, el frontman decepcionó sobre el escenario. ¿Por qué? Porque no dijo nada realmente brillante. Y a alguien como él, eso no se le perdona. No después de lo que ha escrito.

No obstante, Houellebecq logró articular unos cuantos oneliners que recordaron la agudeza de sus mejores novelas y una que otra frase hecha que tampoco sonaba tan mal. En todo caso Houellebecq cumplió, aunque claro, solo para los groupies. Al resto del mundo le queda su literatura, que, después de todo, es donde mejor se mueve. Un mal orador y un excelente escritor.

Si quieres saber por qué, haz click aquí,y luego compáralo con los mejores momentos de su entrevista. Los highlights a continuación.

Hombres y mujeres:
“Al tener un buen auto me convertí en hombre; al meter mi Mercedes por primera vez a un autolavado después de correr a 250 km/h... [La mujer, en cambio, se realiza] en el embarazo; ahí cambia la percepción de su vida. Es como cuando el hombre lava su auto por primera vez”.

Envejecer:
“Progresivamente conocemos menos gente cada año, a medida que envejecemos. Cuando yo era joven atendía la puerta de otro modo [más amable]. Con la edad nos volvemos menos sociables... el insociable escribe sobre sí mismo. Nada más. Yo todavía no me vuelvo autobiográfico”.


Mayo 68’:
“Nada contradice este primer movimiento... En Europa parece haberse estabilizado... La revolución sexual, las revoluciones económicas ya no causan polémica... En todo caso, con o sin Mayo 68’ habríamos llegado a donde estamos ahora. Elvis es más importante que Mayo 68”.

Humor:
“Es fácil retirarse de la vida siendo humorístico. [Pero esto] es una trampa. Sí, es satisfactorio que a todo el mundo le encante el sentido del humor que uno tiene. Pero al final, es mejor tomarse las cosas sin humor... Hay maldad en la risa. Lo dijo Baudelaire, la risa y la sonrisa no son lo mismo. [En la risa] hay una crueldad que se reprime pero que no disminuye.

De su obra:
“Quiero que me lean por curiosidad antropológica; [que en el futuro mis libros sean] la puerta de entrada a una civilización muerta”.

“Plataforma (01) iba a ser un libro con un fuerte contenido económico... Eso es lo que hace falta... La economía parece funcionar como un motor, del cual no entendemos nada cuando se habla sobre ella en los diarios”.

“Yo invento a medida que escribo. Me levanto temprano. Uso café y cigarros; los métodos clásicos. Nada de alcohol y drogas”.

“Escribir una novela es como tener un cultivo de trozos de cerebro que crecen y se desarrollan por sí solos”.

Sobre una literatura “comprometida”:
“Para hablar de los suburbios debería irme a vivir a los suburbios. Y yo no soy un héroe. Idealmente habría que hablar de todo. Pero yo no soy un nuevo Balzac o un Céline, ni tampoco estoy a su nivel. Además, pienso que la vida de los grandes patrones es más importante para el movimiento general del mundo. Éstos son la nueva aristocracia”.

Arquitectura:
“La ciudad perfecta es aquella arbitraria, inútil, contingente... cuando encontramos un espacio vacío, sin nada, ahí aparece poesía”.

“La arquitectura contemporánea es como un vector de aceleración del movimiento, [donde] lo único que importa es la eficiencia óptima del desplazamiento”.

Misoginia:
“Schopenauer no era malo, sino misántropo. ¿Y yo? No sé... Creo que la misantropía termina siempre por ganar. Schopenauer dice que después de la desaparición de las mujeres y el deseo sexual, desaparecen también las necesidades sociales”.

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