sábado, junio 30, 2007

Breve guía para entender la CASEN 2006 por Mario Marcel

La Segunda, junio 25,
2007



Cuando hace dos semanas se dio a conocer los
resultados de la encuesta CASEN 2006 muchos de los
que hace años venimos siguiendo las
estadísticas económico-sociales pensamos que nos estábamos
enfrentando a muy buenas noticias: la
incidencia de la pobreza se reducía de 18,7% de la
población en 2003 a 13,7%, la indigencia lo
hacía de 4,7% a 3,2% y por primera vez en mucho
tiempo se detectaba una
reducción de la desigualdad.


Pero donde algunos creíamos ver buenas
noticias otros veían problemas. Algunos dirigentes
políticos, encabezados por el senador
Allamand, llamaron a la ministra de MIDEPLAN a dar
explicaciones por estos resultados, exigiendo
entender por qué las cosas no eran peores. Con
ello, los chilenos podríamos estar
inaugurando una nueva práctica: mientras en el resto del
mundo se piden explicaciones cuando las cosas
andan mal, nosotros lo hacemos cuando andan bien.
Aún a riesgo de estimular esta práctica, y sin
perjuicio de las explicaciones de MIDEPLAN, me
permito ofrecer una breve guía para
entender los resultados de la CASEN.


La CASEN es una encuesta de caracterización
socioeconómica cuyo propósito es ayudar a orientar
las políticas públicas. Se basa en una encuesta
a 73.000 hogares en todo el país. Para entender
la magnitud y representatividad de esta
encuesta, pensemos que una de las más respetadas
encuestas de opinión, la Encuesta CEP, se basa
en una muestra de 1.500 personas. La metodología
de la CASEN se basa en estándares
internacionales para encuestas de hogares y la información
que ésta recopila se proyecta en base a datos
del Censo de Población de las Cuentas Nacionales.
De esta manera, en la generación de los datos
de la CASEN intervienen la Universidad de Chile,
el INE, el Banco
Central y la CEPAL.


Las cifras sobre pobreza y distribución de la
CASEN se obtienen sobre la base de la información
que esta genera sobre ingreso familiar total
per cápita. Los hogares son ordenados en base a
este indicador para agruparlos en quintiles o
deciles de ingresos, calcular indicadores de
distribución como el coeficiente de Gini y este
ingreso per cápita es el que se compara con el
valor una canasta básica de consumo a efecto de
determinar quiénes están por sobre o por debajo
de la línea
de la pobreza.


El ingreso familiar total per cápita se obtiene
dividiendo los ingresos familiares totales por
el número de habitantes del hogar. El
ingreso familiar total corresponde a la suma de los
ingresos autónomos --esto es, ingresos del
trabajo y rentas del capital, los subsidios
monetarios y una imputación de arriendos
para las familias que son propietarias de sus
viviendas. De esta manera, las variaciones en
el ingreso familiar total per cápita dependen de
los cambios que se produzcan en el tamaño de
los hogares, el número de personas que aportan
ingresos al hogar, los salarios y rentas que
éstos obtienen, los subsidios monetarios del
estado que llegan a las familias y de la
proporción de familias que son propietarias de sus
viviendas.



Una de las razones por las que algunos
personeros han pedido explicaciones a las autoridades
sobre los resultados de la CASEN es el hecho de
que entre 2003 y 2006 se observe una reducción
de la pobreza muy fuerte en relación al
crecimiento de la actividad experimentado en el
período. La simple descripción anterior
puede ayudar a responder a estas dudas.


En efecto, para que se reduzca la incidencia
de la pobreza, lo relevante no es necesariamente
lo que ocurre en el PIB total o en los ingresos
promedio de la población, sino lo que ocurre en
el entorno de la línea de la pobreza, esto es,
en el 20% más pobre de la población. Basta con
que en el año de comparación (2003 en este
caso) haya habido una proporción importante de
hogares inmediatamente debajo de la línea de
la pobreza o que el ingreso familiar total per
cápita de las familias más pobres crezca
más que el promedio para que el crecimiento se
traduzca en una reducción más
que proporcional en la pobreza.


De esta manera, para que el crecimiento
económico sea pro-pobre se necesita que ocurra una o
(preferentemente) más de las siguientes cosas
en los hogares más pobres: (a) que el tamaño
promedio de estos hogares se reduzca; (b) que
aumenten las personas ocupadas por reducción de
la cesantía o por incorporación de inactivos
al mercado del trabajo; (c) que los ingresos que
obtienen los ocupados aumenten; (d) que
mejore el acceso de estos hogares a los subsidios
monetarios que entrega el estado y, (e)
que aumente la proporción de familias que son
propietarias
de sus hogares.


En otras palabras, la relación entre
crecimiento y reducción de la pobreza no es fija, no está
escrita en las leyes del país ni en las de la
economía, sino que depende de la forma que tome
el crecimiento, el comportamiento que tiene el
mercado del trabajo y cómo operan las políticas
públicas. Poner en duda la CASEN porque con
menor crecimiento se redujo más la proporción de
hogares pobres en relación a lo ocurrido en
los 90 equivale a crear una tautología en torno a
que la pobreza sólo se reduce con
crecimiento, asumir que en Chile nunca va a mejorar la
distribución de los ingresos y
condenar de antemano a las políticas sociales.


Entre 2003 y de 2006 se ha observado algo muy
distinto a esto. En este período el empleo creció
en medio millón de ocupaciones, muchos
empleos informales fueron reemplazados por empleos
asalariados, aumentó en varios puntos
porcentuales la tasa de participación de las mujeres, el
gasto en subsidios monetarios del estado
creció en más de 10% real, y las políticas públicas
generaron más de 300.000 soluciones
habitacionales reduciendo en consecuencia el allegamiento.


Lo que la encuesta CASEN de 2006 nos dice es
que ahora sí estos fenómenos beneficiaron más a
las familias de menores recursos, haciendo que
su ingreso total per cápita creciera más que el
promedio. Esto marca un importante contraste
con lo observado en el pasado. Entre 1996 y 2000,
por ejemplo, la CASEN mostró que el
crecimiento de los ingresos de los hogares del 20% más
pobre fue la mitad del promedio de la
población. El mejoramiento en los indicadores de
distribución y el crecimiento
pro-pobres son dos caras de la misma moneda.


Frente a esta evidencia algunos mantendrán
su incredulidad, cuestionando algún aspecto
metodológico o contrastando las estadísticas
con lo reportado por el programa ?Contacto? esta
semana. Pero aún a los incrédulos se les debe
exigir consistencia. No se puede discutir algún
detalle metodológico de una encuesta a
73.000 hogares y al mismo tiempo aceptar como
representativas de la realidad las imágenes
mostradas por un programa de televisión para 20
casos de familias seleccionadas con criterios
desconocidos. O le creemos a las estadísticas o
le creemos a las sensaciones. Así como nadie
espera que las estadísticas diviertan a la gente
creo que tampoco podemos confiarle a la
televisión la construcción de la realidad del país.
Aunque sea provocativo para los
incrédulos, yo le creo más a la CASEN que a Contacto.

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