Eduardo Engel*
La Tercera, junio 24, 2007
Siguiendo la lógica del "todo vale para llegar al poder", la derecha
ha decidido poner en duda la validez de los resultados de la
Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) dados a
conocer recientemente. Esto causa un gran daño al país y le pesará a
la oposición si algún día llega a gobernar.
"Ojalá viviéramos en un país en donde entre pobreza e indigencia
estuviéramos entre un 13 y un 14%, yo creo que la realidad es mucho
peor" afirmó el senador Hernán Larraín,, poco después de conocer los
resultados de la CASEN. Fue así como el máximo dirigente de la UDI
negó la principal virtud de la metodología para medir la pobreza que
se aplica en Chile desde 1987. Y es que la gran gracia de la CASEN
es que permite evaluar los avances en reducción de la pobreza a lo
largo del tiempo.
Fue el senador Andrés Allamand quien lideró el ataque contra la CASEN
por parte de RN, insinuando que se trataba de "un episodio más de la
ya tradicional ideología del engaño con que habitualmente operan los
gobiernos de la Concertación". Sin presentar evidencia alguna, el
senador de la Alianza puso en duda el trabajo de organismos
internacionales y universitarios de prestigio. La última vez que se
documentó un engaño en las estadísticas oficiales en Chile fue a
fines de los setenta, cuando dos (en aquel entonces) jóvenes
economistas, René Cortázar y Jorge Marshall, mostraron que las
cifras oficiales del IPC subestimaban, en más de un 20% anual, la
inflación verdadera. Eran los tiempos del régimen militar, cuando
el senador Allamand alojaba cerca del poder.
¿Qué dice la CASEN?
La CASEN muestra que entre 1987 y 2006, la fracción de chilenos que
vive bajo la línea de la pobreza cayó desde un 45,1 a un 13,7%. Se
pueden contar con los dedos de una mano las experiencias mundiales
con una reducción de la pobreza de esta magnitud en menos de dos
décadas.
En materia distributiva, la CASEN 2006 también trajo buenas
noticias. Por primera vez desde 1990, la distribución del ingreso
mostró una mejora importante. El coeficiente de Gini es el criterio
más utilizado para resumir la distribución del ingreso, valores
menores de este indicador corresponden a una mejor distribución.
Entre 1987 y 2003, el Gini de Chile se mantuvo aproximadamente
constante, oscilando entre 0,56 y 0,58; en cambio en 2006 bajó a
0,54.
Tanto la línea de la pobreza como la distribución del ingreso
consideran los ingresos antes de que el Estado cobre impuestos y
financie el gasto social. Es así como el 20% más rico (primer
quintil) tiene un ingreso 13 veces mayor que el 20% más pobre (quinto
quintil). Sin embargo, luego de las transferencias monetarias y
el gasto social, dicha brecha se reduce prácticamente a la mitad.
¿Y el modelo?
Cuando el senador Adolfo Zaldívar lanzó su candidatura presidencial
en diciembre de 2004, planteó la necesidad de "corregir un modelo"
que ha dejado al margen "al 70% de los chilenos". El senador de la
undécima región no ha sido el único parlamentario de la Concertación
con un diagnóstico equivocado respecto de lo que ha significado la
estrategia de desarrollo seguida por Chile para los más pobres y
para los estratos medios. No es cierto que los gobiernos de la
Concertación hayan dejado al margen a la clase media, o peor aun,
al "70% de la población". Todos los grupos socioeconómicos más
que duplicaron sus ingresos durante los gobiernos de la Concertación,
los más pobres, los más ricos y también la clase media. De hecho,
los datos de la última CASEN sugieren que los ingresos de los
sectores más pobres y medios crecieron algo más que los ingresos
de los más ricos.
¿De quién es el mérito?
La reducción de la pobreza de las últimas décadas es algo de lo cual
podemos enorgullecernos todos. Los gobiernos de la Concertación han
jugado un rol clave, que duda cabe, si han estado en el poder desde
1990. Pero haber tenido una dinámica política sana y constructiva
también ha sido importante, y aquí el rol de la oposición no se
puede ignorar. Los países que logran este tipo de éxitos requieren
acuerdos, explícitos o implícitos, entre amplios sectores de la
población, y aunque no se ha notado en meses recientes, lo cierto es
que dicho acuerdo ha estado presente desde 1990.
Desafíos futuros
Luego de las transferencias del gobierno y del gasto social, en 1990
una familia típica del quintil más pobre contaba con ingresos
equivalentes a aproximadamente 100 mil pesos mensuales de hoy. El
poder adquisitivo de esta familia prácticamente se duplicó durante
los 15 años siguientes. No cabe duda que vivir con 200 mil pesos
mensuales conlleva importantes carencias, pero tampoco cabe duda que
dichas carencias son mucho mayores aun con 100 mil pesos mensuales.
Y uno de los desafíos que tenemos como sociedad es que esa misma
familia cuente, para el 2025, con un ingreso equivalente a 400 mil
pesos mensuales de hoy. El actual gobierno ha propuesto una serie de
reformas que apuntan a lograr este objetivo. La oposición puede
apoyar o perfeccionar algunas de estas reformas, al mismo tiempo que
propone alternativas que a su juicio serían más efectivas. Esa es la
dinámica democrática que beneficia al país. Negar los avances
logrados en reducción de la pobreza, en cambio, no sirve de nada.
Eduardo Engel
Department of Economics, Yale University
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